Thekchen Chöling, Dharamsala, HP - Cuando Su Santidad el Dalái Lama entró esta mañana en la sala de audiencias de su residencia para reunirse con jóvenes líderes y constructores de la paz del Instituto de la Paz de los Estados Unidos (USIP), examinó cuidadosamente sus rostros y les deseó calurosamente: «Buenos días».
David Yang, vicepresidente de Transformación Aplicada de Conflictos de la USIP, como moderador, anunció que ésta era la séptima interacción entre Su Santidad y los delegados de la USIP. Explicó que hoy y mañana Su Santidad se reuniría con 26 jóvenes líderes de 12 regiones afectadas por conflictos. Mencionó que durante los dos últimos años la reunión había tomado la forma de un diálogo virtual por internet, pero que ahora estaban contentos de volver a encontrarse en persona.
Parte de la formación de los jóvenes líderes ha consistido en contar historias y Yang dejó claro que querían compartir con Su Santidad cómo los niños de la guerra pueden convertirse en líderes de la paz. Habría cuatro temas: pertenencia, compasión, paz interior, e igualdad y justicia.
Kuol, de Sudán del Sur, que está utilizando su amarga experiencia de niño soldado para construir la paz y asegurarse de que ningún niño lleve armas a su tierna edad, abrió la conversación. Habló de la época en que la guerra estaba en su punto álgido en su país, cuando no quedaban hombres en los pueblos, sólo mujeres y niños. Cuando una familia tenía dos hijos varones, uno era llevado para convertirse en soldado. Ahora quiere proporcionarles acceso a la educación y a otras oportunidades.
Ruby, de Siria, se dio cuenta de que para lograr la paz se necesita sensibilidad antropológica y etnográfica, y estudió en consecuencia. Ha estado trabajando en proyectos relacionados con la construcción de la paz, la justicia, los derechos de las mujeres y las cuestiones climáticas. Habló de su comprensión de que los hombres y las mujeres son igualmente capaces, pero ambos necesitan ser poderosos y fuertes.
Ángela, de Colombia, es una psicóloga que se ha centrado en metodologías de educación no formal, talleres, liderazgo y desarrollo de habilidades sociales con adolescentes y adultos. También hizo hincapié en la necesidad de que las personas de las zonas afectadas por conflictos sean fuertes y valientes, y se conviertan en parte de la solución.
Mohamed, de Somalia, cuyo trabajo se centra en la innovación social, la educación, el empleo y el espíritu empresarial como herramientas para erradicar la pobreza y construir una paz sostenible, habló de un momento decisivo que tuvo lugar una vez que se encontró con dos hombres armados. Uno era un antiguo compañero de clase. Decidió convertirse en educador para impartir habilidades que permitieran a esas personas conseguir empleo y contribuir a la construcción de una Somalia pacífica.
Mojisola, de Nigeria, trabaja activamente en los ámbitos del género, la construcción de la paz y los derechos humanos. Facilita talleres sobre la mujer, la juventud, la paz y la seguridad, utilizando la narración de historias, el juego de roles y el diálogo. Describió los problemas a los que se enfrentó su madre y sus esfuerzos por crear un club para que las mujeres se apoyen mutuamente y se ayuden a resistir los prejuicios y la presión.
Leonardo, de Colombia, trabaja en las artes, el desarrollo alternativo y el aprendizaje constante. Ha reunido a antiguos combatientes de las FARC y a ciudadanos de a pie mediante el intercambio de cartas escritas a mano. Encontrarse solo en un aula escolar le hizo ver la importancia de que nadie se sienta abandonado o excluido. Es importante, dice, asegurarse de que las personas tengan un sentido de pertenencia.
Respondiendo a la primera serie de presentaciones, Su Santidad declaró:
«Tenemos que hacer un esfuerzo para crear un mundo más pacífico y una humanidad más feliz. Podemos identificar las diferencias entre nosotros en términos de raza, nacionalidad y religión, pero sería mejor que pensáramos en la humanidad como un todo. Todos tenemos los mismos derechos. Todos nacemos de una madre y la mayoría de nosotros nos nutrimos con su leche. Dependemos de su bondad desde el principio de nuestras vidas. La calidez de corazón es una respuesta adecuada.
»La educación moderna tiende a centrarse en objetivos materiales más que en los valores interiores. Parece promover un sentimiento de "nosotros" y "ellos", en lugar de hacer hincapié en que somos esencialmente iguales y en que tenemos que vivir juntos.
»Cada uno de nosotros tiene dos ojos, una nariz y una boca. Si uno de nosotros tuviera tres ojos, sería una sorpresa. Si examinamos nuestros cerebros, son igualmente complejos. Por lo tanto, tenemos que fomentar un fuerte sentimiento de hermandad.
»Como he dicho, todos nacemos de la misma manera, y al final todos morimos de la misma manera. Cuando eso ocurre, lo importante no es la ceremonia, sino que tengamos el cálido afecto de los familiares y amigos que nos rodean. Como le dije al ex primer ministro Manmohan Singh, espero vivir otros 15 o 20 años, pero cuando muera, preferiría ser libre y estar rodeado de amigos en la India y no de funcionarios comunistas chinos de corazón duro.
»La libertad es importante en nuestras vidas. Necesitamos ser libres para poder ejercitar nuestro cerebro, para poder preguntar siempre: "¿Por qué?". Desde este punto de vista, los sistemas totalitarios son totalmente desfavorables. Es la libertad la que fomenta la calidez de corazón y la compasión, que a su vez conducen a la paz interior. Cuando se tiene un corazón cálido no hay razón para tener miedo. El miedo es malo para la mente y conduce fácilmente a la ira. Y la ira es el verdadero enemigo de la paz mental.
»Practico la compasión, así que dondequiera que vaya, sonrío y me siento feliz. Los seres humanos tenemos que encontrar la forma de convivir en paz».
Cuando le preguntaron sobre qué es lo que hace a un buen líder, Su Santidad destacó las ventajas del liderazgo elegido. Ante una pregunta sobre cómo derrotar la ira, sugirió examinar las circunstancias que impulsan a los que nos hacen enfadar a hacerlo. Recomendó adoptar una visión más amplia y más a largo plazo. Invitado a explicar cómo pueden aprender a convivir hombres y mujeres, se limitó a observar que los hombres necesitan a las mujeres y las mujeres a los hombres, y todo el mundo se rió.
Un segundo grupo de narradores habló sobre la compasión. Sebastián, de Colombia, que ha contribuido a cuestiones de pacificación, resolución de problemas, gobierno y fortalecimiento de la democracia en diferentes partes del mundo, recordó su enfrentamiento con un combatiente. Describió cómo sus propios sentimientos hostiles se disolvieron cuando apareció una niña pequeña y su oponente la levantó y la abrazó.
Helina, de Etiopía, que quiere marcar la diferencia capacitando a jóvenes líderes para que participen en proyectos de paz y reduzcan el riesgo y la desigualdad en las comunidades vulnerables, sugirió que para lograr el cambio hay que apreciar la humanidad.
Su Santidad intervino para expresar su conocida admiración por el espíritu de la Unión Europea (UE). Sigue impresionado por el hecho de que, tras siglos de conflicto entre Francia y Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, Adenauer y de Gaulle fundaran la UE. Desde entonces, no ha habido violencia entre los miembros de la Unión. Sugirió que el resto del mundo haría bien en seguir este ejemplo en busca de paz. Lo crucial, dijo, es lograr la paz interior, pero no se puede comprar la paz mental en una tienda. No es algo que pueda producirse en una fábrica.
Anna, de Venezuela, relató su indignación al ver tanques en las calles de su país. Los desafió con sólo un escudo de madera como protección. Se sintió muy sola, angustiada al ver tanta destrucción. Una vez de vuelta a un lugar seguro se preguntó cómo podía ocurrir esto y ahora se dedica a ayudar a las personas jóvenes, especialmente a las mujeres, a trabajar para construir la paz.
Maravilloso, respondió Su Santidad. Todos queremos ser felices y vivir en paz. Pero tenemos que trabajar para ello teniendo en cuenta a toda la humanidad.
«Tenemos que aspirar a un mundo completamente desmilitarizado —añadió—. Soy del Tíbet, donde los comunistas chinos lo tienen todo bajo estricto control. Pero el espíritu tibetano es fuerte y hemos conservado la tradición de Nalanda. En lugar de confiar en las armas, cultivamos la compasión. Seis millones de tibetanos confían en las enseñanzas del Buda sobre el perdón y la compasión.
»Y como el cambio climático es tan grave, también debemos prestar atención a la ecología».
Denis, de Sudán del Sur, trabaja como periodista informando sobre el medio ambiente y la construcción de la paz, incluyendo la gestión del agua, la contaminación y el cambio climático. Informó de que ha visto muchas violaciones de los derechos humanos, pero lo que le inspira es el ejemplo de las personas como Martin Luther King Jr, Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, que trabajaron para crear sociedades pacíficas en las que no haya odio ni dolor.
Nyaboth, también de Sudán del Sur, habla de temas sociales con especial atención a la paz, el género, la cultura y la historia. Trata de transformar vidas a través de la promoción basada en la evidencia y la campaña por el cambio pacífico. Cuando estalló el conflicto en 2013, cruzó la frontera con Uganda y conoció a un anciano que le contó cuánto sentía el haber estado siempre huyendo. Cuando regresó, se sintió muy conmovida por la historia de una mujer golpeada hasta la muerte por su hermano por negarse a casarse con un hombre que su familia había elegido para ella. Sintió una fuerte necesidad de hacer algo al respecto: no huir más. Está decidida a que las mujeres y las niñas puedan elegir.
Noral, de Nigeria, recordó su noveno cumpleaños, cuando su madre le había preparado su plato de arroz favorito. Ese mismo día tres hombres entraron y violaron y asesinaron a su madre delante de él. Describió lo difícil que es superar lo sucedido incluso 20 años después, pero se ha comprometido a que las mujeres dejen de ser objeto de violencia y violaciones.
Respondiendo a la pregunta de David Yang sobre cómo ha sido capaz de mantener la compasión en su propia vida, Su Santidad declaró:
«Creo que, como seres humanos, todos somos fundamentalmente compasivos. Tenemos que construir un mundo basado en los valores humanos, un mundo desmilitarizado, un mundo que ya no dependa del uso de las armas. Cuando las personas luchan y mueren, sus mentes no están en paz, pero podemos imaginar la construcción de un mundo basado en la compasión».
Cuando se le preguntó qué cualidades se requieren para lograr la paz, Su Santidad comentó:
«Soy budista y, en cuanto me despierto cada mañana, me recuerdo a mí mismo que todos los seres humanos son iguales a mí: todos queremos ser felices. Me propongo utilizar mi vida para que otros seres sean felices. Es la compasión la que provoca la paz mental, no la ira y el odio, así que debemos centrarnos en toda la humanidad como si fueran nuestros hermanos y hermanas».
Su Santidad recomendó dejar atrás las experiencias negativas y establecer objetivos positivos. Dijo que es posible enseñar a las personas a ser más compasivas porque todos tenemos una semilla de compasión desde el principio de nuestras vidas, sólo tenemos que alimentarla. El factor clave es cultivar la calidez de corazón.
David Yang resumió una sesión que había tocado el tema de la pertenencia y la calidez de los vínculos familiares y comunitarios.
«Me siento honrado de reunirme con personas que tienen su futuro por delante —comentó Su Santidad—. La forma en que vivimos día a día afecta a nuestro futuro. La calidez del corazón es el factor clave, como ya he dicho. Siempre pienso en ello porque es la calidez de corazón la que nos aporta paz mental. Hasta mañana».