Delhi, India - el rector de la Escuela de Negocios Synergy de Moscú, Grigory Avetov, y el periodista Dmitry Portnyagin vinieron esta mañana a hablar con Su Santidad el Dalái Lama. Grabaron una entrevista que tuvo lugar en inglés pero que fue traducida simultáneamente al ruso.
Avetov dijo a Su Santidad: «Celebraremos el Foro Global Synergy en Rusia este noviembre. Esperamos que asistan unas 15.000 personas y les mostraremos extractos de esta conversación, de hoy, con usted».
Cuando Dmitry Portnyagin se presentó le dijo a Su Santidad que estaba muy contento de conocerlo en persona. Dijo que estaba acostumbrado a ver su rostro desde que era un niño porque su abuelo tenía en gran estima una fotografía que poseía de Su Santidad. Comenzó la conversación preguntándole a Su Santidad qué consejo podría dar sobre cómo equilibrar las metas materiales con los valores espirituales.
«¿Es el mundo de hoy feliz? —preguntó Su Santidad a modo de respuesta—. Todavía hay mucha violencia en el mundo. Incluso en los lugares que están en paz, hay una creciente brecha entre ricos y pobres.
»Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos son obra nuestra, lo que pone de manifiesto una contradicción. De entre las 7.000 millones de personas que viven hoy en día, ninguna quiere enfrentarse a problemas y, sin embargo, nosotros mismos nos los creamos. ¿Por qué sucede esto? No es intencionado. La experiencia y el sentido común nos dicen que si tenemos paz mental, nuestra mente y cuerpo se sentirán mejor. Sin embargo, la tendencia de nuestros sistemas educativos actuales es aspirar a objetivos materiales. Aquellos que han sido educados de esta manera aspiran al éxito material y valoran poco la paz interior, que es algo que se produce en la mente. Sin embargo, el desarrollo material por sí solo no hará feliz a la humanidad.
»Si nuestra naturaleza humana básica fuera la ira, no habría esperanza, pero como en gran parte es la compasión, hay esperanza. La preocupación por el bienestar de los demás es la base de nuestra supervivencia. La realidad es que nos necesitamos y dependemos los unos de los otros, así que ha llegado el momento de trabajar juntos. Necesitamos tener en consideración la unidad de la humanidad.
»La realidad ha cambiado, pero nuestra forma de pensar, aferrada a la distinción entre 'nosotros' y 'ellos', sigue atascada en patrones del siglo XX. Al mismo tiempo, nuestro potencial de destrucción es muy alto».
Al preguntarle si era posible esperar que el mundo se volviera más pacífico, Su Santidad respondió que, por supuesto que sí que es posible. Recordó el espíritu de reconciliación que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Reiteró su admiración por el espíritu de la Unión Europea y calificó de signo ejemplar de madurez el esfuerzo consciente por superar la enemistad del pasado para trabajar juntos en cooperación.
Con respecto a la antigua Unión Soviética dijo que aún aprueba el planteamiento marxista de la economía, pero lamenta que Lenin hubiera institucionalizado el secreto y la sospecha, requeridos en tiempos de guerra. Sugirió que el totalitarismo derrotó los ideales de Marx. En cuanto al futuro de Rusia, Su Santidad dijo:
«Rusia es una gran nación y los rusos son personas cultas. Sería bueno que prevaleciera el espíritu de responsabilidad y el deseo de ayudar en lugar del uso de la fuerza y el miedo que ello conlleva. No sólo es un enfoque anticuado, sino que el miedo y la confianza no funcionan juntos.
«Rusia tiene un gran potencial y si se emplea con compasión y con un sentimiento de unidad de la humanidad, podrá contribuir a que este sea un siglo de diálogo, en lugar de otra era de violencia».
Descartó la sugerencia de que el uso de la fuerza puede ser un modo de autodefensa y lo tachó de «forma de pensar anticuada», haciendo hincapié en que la mejor defensa es mantener relaciones amistosas con los demás. Reafirmó su creencia en el poder de la amistad y en el reconocimiento de los derechos de todos los seres humanos.
Grigory Avetov mencionó que a él y a sus amigos les gustaría invitar a Su Santidad a asistir personalmente al Foro Global Synergy. Aunque los intentos anteriores habían fracasado, preguntó si sería posible en el futuro. Su Santidad se rió y le dijo que mientras los países tengan que pedir permiso a China sobre a quién invitan, y mientras los partidarios de la línea dura lo tilden de separatista, terrorista e incluso de demonio, no parece que esto sea muy probable. Lo lamentó, y no sólo porque en Rusia hay personas en las Repúblicas de Kalmykia, Buryatia y Tuva que siguen la Tradición de Nalanda como lo hacen los tibetanos.
«He rezado para poder servir a esta gente, pero mis oraciones aún no han dado resultado».
Avetov, Portnyagin y sus amigos ofrecieron a Su Santidad varios regalos, entre ellos un sombrero de soldado ruso —como el que llevaba el abuelo de Portnyagin—, un viejo reloj de arena, un libro de iconos rusos y una edición digitalizada del Kangyur, que era el resultado de 30 años de trabajo.
«Hasta pronto —dijo Su Santidad cuando se fue— esperemos que algún día sea en Moscú».