Nueva Delhi, India - Las calles de Nueva Delhi estaban tranquilas este domingo por la mañana mientras Su Santidad el Dalái Lama se trasladaba bajo cielos nublados hacia el Estadio de Talkatora, en el corazón de la ciudad, donde Vidyaloke había organizado que diera una charla pública. Una vez más, el Sr. y la Sra. Analjit Singh y su hijo Veer se encontraron con él en la puerta y lo acompañaron hasta el interior en donde saludó a varios viejos amigos. Su Santidad participó en el encendido de la lámpara tradicional india para inaugurar la ocasión y seguidamente tomó asiento. Tuvieron lugar dos actuaciones culturales: una vigorosa interpretación de una canción a Saraswati y una danza Kathak acompañada por el melodioso canto del Sutra del Corazón en sánscrito. Su Santidad expresó su agradecimiento por las dos actuaciones.
Veer Singh dio la bienvenida a los más de 3.000 asistentes a la charla pública inaugural de Vidyaloke, señalando que a pesar de todos los avances que de alguna manera se han logrado, la situación en el mundo parece más vulnerable que nunca. Observando que todos los presentes habían venido a disfrutar escuchando al ‘Sostenedor del Loto Blanco’, Analjit Singh presentó a Su Santidad.
«Hermanos y hermanas, estoy muy contento de estar aquí con vosotros —dijo Su Santidad—, muchos de vuestros rostros me resultan familiares. Ya sabéis lo que voy a decir. Todos como seres humanos somos iguales, por eso siempre resalto la necesidad de reconocer la unidad de la humanidad. Somos mental, emocional y físicamente iguales. Todos queremos la felicidad, ese es el propósito de nuestras vidas. No tenemos ninguna garantía de lo que nos ocurrirá, pero vivimos con la esperanza de que el futuro sea bueno. Nuestra supervivencia depende de ello.
»Acabamos de escuchar una canción a Saraswati, diosa de la sabiduría. La sabiduría desde el punto de vista budista se refiere a la comprensión de la vacuidad, que no indica la nada, sino la falta de independencia absoluta. El cambio y el desarrollo son posibles sólo porque las cosas surgen de manera dependiente. Si fueran independientes, sin relación a causas u otros factores, nada podría cambiar.
»No sólo yo destaco la unidad de la humanidad, sino que este es el mensaje esencial de todas las principales tradiciones religiosas. Si fuéramos capaces de considerarnos como hermanos y hermanas, ¿cómo podríamos hacernos daño o matarnos unos a otros? Hoy en día, si alguien muere por causa de un elefante o un tigre, es noticia, pero cuando la gente se mata entre sí, apenas se nota. Algunos historiadores afirman que durante el siglo XX doscientos millones de personas murieron violentamente, pero ¿para qué? Si el mundo hubiera mejorado como resultado de ello, sería posible justificar esa violencia, pero en realidad sólo trajo sufrimiento.
»Desde el comienzo de este siglo XXI, la violencia ha seguido propagándose, en algunos casos incluso en nombre de la religión. Esto refleja la idea anticuada de que la forma de resolver los problemas es recurrir al uso de la fuerza. Pero la violencia nunca pone fin a la violencia. Esto sólo se puede lograr si nos acercamos a los demás con un espíritu de amistad y reconciliación; no hay otra manera.
En la realidad de hoy, necesitamos tener este sentimiento de unidad de la humanidad, reconocer que el cambio climático existe, que necesitamos preservar el medio ambiente natural y que los efectos de la economía mundial nos afectan a todos. Tenemos que trabajar juntos para gestionar los problemas. Sin embargo, todavía estamos encerrados en viejas formas pensando en términos de ‘nosotros' y ‘ellos’».
Su Santidad se refirió al maravilloso cerebro humano como nuestro mayor don, pero subrayó que no debe ser utilizado de manera destructiva sino positiva. Señaló que la mayoría de los problemas a los que nos enfrentamos se deben a la estrechez de miras y a la falta de visión. Desde el punto de vista budista, todas las emociones perturbadoras derivan de la ignorancia, para la cual la única solución es la educación, no los rituales o las oraciones. Sin embargo, la educación moderna puesto que se centra en objetivos materiales y descuida los valores internos, es inadecuada respecto a las necesidades actuales.
«La larga tradición india de la no violencia como línea de conducta, y el karuna o la compasión como su motivación, son muy relevantes para el mundo en el que nos encontramos hoy en día. Somos criaturas sociales, biológicamente equipadas para responder al amor y la compasión. Nuestra inteligencia nos capacita para extender el amor y la compasión a los 7.000 millones de seres humanos. Nuestra naturaleza humana básica es compasiva, mientras que el amor es la fuente de nuestra supervivencia.
»Valores como el amor y la compasión y el conocimiento del funcionamiento de la mente y las emociones que aprendimos de la India, nosotros los tibetanos los hemos mantenido vivos durante más de 1000 años. Estas cualidades siguen siendo relevantes en el mundo de hoy y agradezco los esfuerzos que se están haciendo para recuperarlas. Encontraremos paz mental, no a través de la oración y los rituales, sino empleando el razonamiento».
Respondiendo a las preguntas de los asistentes, Su Santidad aconsejó que para tratar el estrés siguieran el consejo práctico de un maestro de Nalanda del siglo VIII que consiste en evaluar el problema al que nos enfrentamos y considerar si se puede superar. Si se puede, no hay necesidad de preocuparse, y si no se puede, preocuparse no servirá de nada.
Mencionó con admiración que la India, la democracia más poblada del mundo, es relativamente pacífica porque prevalecen la democracia, el estado de derecho y la libertad de expresión, pero también por sus tradiciones intrínsecas de ahimsa y de armonía interreligiosa. Observó que entre las antiguas civilizaciones de Egipto, China y el Valle del Indo, el Valle del Indo parece haber dado lugar al mayor número de pensadores y filósofos, incluido Buda.
Informó de una conversación que había tenido con un Swami en Bangalore, una persona que organiza un importante programa para alimentar a los niños pobres. Convinieron en que el hinduismo y el budismo tienen en común la ética, la concentración y la visión o sabiduría —shila, shamatha y vipashyana—. Lo que diferencia a las dos tradiciones es su afirmación del yo o de la ausencia del yo, atman o anatman. Pero, Su Santidad dijo riendo: «Eso es un asunto privado nuestro».
Su Santidad reiteró su opinión de que las religiones tienen tres aspectos. Están las prácticas religiosas esenciales de amor y compasión, tolerancia, autodisciplina y complacencia. Los diversos puntos de vista filosóficos sobre la existencia de un creador, las leyes de la causalidad, etc., sirven para apoyar estas prácticas. Sin embargo, también hay adiciones culturales que provienen de épocas anteriores, como la discriminación de castas, que no tienen cabida en una sociedad democrática en la que todos somos considerados iguales. Afirmó que tales costumbres deben cambiar y que los líderes espirituales tienen la responsabilidad de hablar y expresar su opinión.
Cuando se le pidió que recordara algo gracioso que le hubiera ocurrido en el curso de su amplia experiencia de vida, Su Santidad habló sobre cómo le gusta sonreír y cuánto le entusiasma cuando otros corresponden. Dijo que abiertamente anima a los japoneses a sonreír, que tienden a ser demasiado serios para hacerlo. Admitió que puede haber todo tipo de sonrisas, desde sonrisas generales hasta sonrisas artificiales, sonrisas sarcásticas y sonrisas diplomáticas. Pero hubo una ocasión en Alemania en la que ni siquiera su sonrisa fue efectiva. Era a primeras horas de la noche cuando estando sentado en un coche una joven caminaba hacia él, él la sonrió, pero ella en lugar de devolverle la sonrisa, frunció el ceño sospechando de esta extraña persona vestida con un extraño atuendo. Sintió que no tenía otra opción que por una vez mirar hacia otro lado.
Finalmente, cuando se le preguntó qué puede hacer la India por el mundo, dijo:
«Lo pasado, pasado está, nada puede cambiar eso. Pero el futuro puede ser diferente si así lo decidimos. Soy parte de la generación del siglo XX cuyo tiempo se ha acabado. Sin embargo, vosotros que pertenecéis al siglo XXI tenéis la oportunidad de crear un mundo mejor y poder vivir para disfrutarlo. Pero esto no sucederá por sí solo. Tenéis que cultivar la visión de un futuro más feliz y pacífico y hacer el esfuerzo ahora para conseguirlo. No es momento para la autocomplacencia, la esperanza está puesta en vuestras acciones».
En una reunión después del almuerzo para discutir con los participantes del Vidyaloke cómo avanzar, Su Santidad dejó claro que no estaba hablando tanto del desarrollo espiritual como de ayudar a más gente a descubrir cómo ser feliz en su día a día. «Nuestro objetivo –-dijo— es la humanidad, no los creyentes».
Informó que recientemente dijo a los monjes de los monasterios tibetanos del sur de la India que si percibe que hay gente trabajando activamente para mantener viva la tradición de Nalanda, podrá relajarse cuando llegue su hora de morir. Observó que si está convencido de que la próxima generación está trabajando realmente para construir un mundo mejor, eso también lo tranquilizará. Les dio las gracias por lo que habían hecho hasta ahora y manifestó que esperaba con interés la celebración de nuevas reuniones en un futuro próximo.