Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India - Su Santidad el Dalái Lama estaba de un humor jovial cuando salió de su residencia esta mañana. Saludó a los más de 1500 visitantes de 68 países que se habían reunido en el patio del templo, estrechando la mano de unos, bromeando e intercambiando unas pocas palabras con otros. Poco a poco fue dando la vuelta al patio, deteniéndose para posar para fotografías con personas agrupadas según su procedencia geográfica, antes de sentarse en una silla en el porche bajo el templo.
«Durante algún tiempo he pensado que cuando hay hermanos y hermanas de diferentes países aquí», dijo a la audiencia, «mostrar mi cara no es suficiente. Quiero demostrar lo brillante que es mi cerebro hablando con ellos».
«Los budistas rezamos por el bienestar de todos los seres sensibles, pero tenemos que pensar en lo que eso significan realmente nuestras palabras. Ya sea que pensemos en animales, insectos o peces, no hay mucho que podamos hacer por estos seres excepto rezar. Sin embargo, los 7 billones de seres humanos en este planeta son como nosotros. Tienen el mismo tipo de cerebro que nosotros. Siendo realistas, son los únicos a los que realmente podemos ayudar.
»Los científicos dicen que la naturaleza humana básica es compasiva, lo cual es bueno porque si fuera enfadada no habría esperanza. Es más, los científicos han observado que la ira, el miedo y el odio constantes tienen el efecto de socavar nuestro sistema inmunológico, mientras que cultivar un corazón compasivo es mucho mejor para nuestra salud. Por eso es importante que usemos nuestros cerebros para promover esos valores.
»A los niños pequeños no les importan las diferencias de nacionalidad, credo o religión. Si sus compañeros sonríen, entonces juegan con ellos. Nuestra educación y nuestro sistema social parecen cambiar esto y a medida que vamos creciendo aprendemos a hacer distinciones acerca de a dónde pertenecen las personas y en qué creen. Aquí en la India, por ejemplo, existe el llamado sistema de castas, pero ha llegado el momento de reconocer que la Constitución de la India otorga a todos los ciudadanos los mismos derechos, por lo que no hay lugar para la discriminación por motivos de casta: todos somos hermanos y hermanas.
»Hoy en día, el mundo se enfrenta a una crisis de emociones y creo que el antiguo conocimiento indio del funcionamiento de la mente puede ser de gran valor para abordarlas. Cuando empecé a estudiar estas cosas memorizando textos clásicos que aún no entendía, era reacio y perezoso. Sin embargo, más tarde me di cuenta de lo valioso que podía ser este conocimiento para lograr la paz mental. También requiere confianza en nosotros mismos y determinación, para lo cual es importante que seamos honestos y veraces.
»Mental y emocionalmente los seres humanos somos todos iguales. Todos experimentamos ira y odio, incluso yo también, pero también tenemos el potencial de cultivar la compasión, el perdón y la tolerancia. Las emociones destructivas se basan en la ignorancia, una observación apoyada por mi amigo, el terapeuta cognitivo Aaron Beck, que describe los juicios negativos que surgen desde la ira como siendo, en un 90%, meras proyecciones mentales. Las emociones constructivas como el amor y la compasión son apoyadas por la razón, así que podemos usar nuestros cerebros para desarrollarlas y fortalecerlas».
Mientras miraba hacia un grupo de estudiantes que ha estado aprendiendo sobre budismo en Tushita, un centro de meditación local, Su Santidad les aconsejó que prestaran atención a la «Guía de la forma de vida del Bodhisattva» compuesta por el gran maestro indio Shantideva. Destacó los capítulos seis y ocho como útiles para contrarrestar la ira y el egocentrismo y sugirió que las personas que no son budistas también podrían beneficiarse de su lectura. Observó que la lectura repetida de este libro desde que lo escuchó por primera vez en 1967 le había ayudado a transformar su propia mente.
Su Santidad señaló que la educación moderna está orientada hacia objetivos materiales más que hacia valores internos, lo que ha influido en generaciones enteras. Por el contrario, las antiguas tradiciones indias, incluso antes de la época de Buda, tenían una rica comprensión del funcionamiento de la mente y las emociones como resultado de las prácticas para cultivar la calma mental (shamatha) y la visión superior (vipashyana). Su Santidad le dijo a los presentes que ellos también podían desarrollar cualidades mentales si llegaban a comprender el funcionamiento de la mente y las emociones. Señaló que aprendiendo a enfrentar las emociones es posible defender nuestra paz mental y fuerza interior.
«Hermanos y hermanas», continuó, «por favor presten más atención a su mundo interior, aprendan a contrarrestar sus emociones negativas y a transformar su mente. Cuando una persona ha desarrollado paz mental y comparte lo que ha aprendido con otros, esto tiene un impacto. Puede que veamos los problemas del mundo y pensemos que no hay mucho que podamos hacer al respecto. Debemos recordar que los individuos pueden hacer la diferencia. El cultivo de cualidades positivas en la vida cotidiana puede crear las condiciones para que la humanidad viva en paz. Este es un enfoque práctico.
»Hoy en día, vemos demasiado énfasis en las diferencias secundarias entre individuos y grupos de personas que llevan a divisiones entre `nosotros' y `ellos'. Cuando esto sucede necesitamos recordar la unidad de la humanidad. Esta es una de las áreas en las que debemos introducir valores internos en la educación moderna. Si queremos que este siglo XXI sea diferente del siglo XX, en el que más de 200 millones de personas murieron violentamente, tenemos que tomar medidas ahora. Y si hacemos el esfuerzo, en unos 30 años veremos que el mundo ha cambiado.
»Eso es lo que tengo que decir. Ahora tengo 82 años. A los 16 años perdí mi libertad y a los 24 perdí mi país. He enfrentado dificultades toda mi vida, pero he llegado a entender que es cuando más se nos pone a prueba que somos especialmente capaces de aprender. A través de la transformación interior, como individuos, podemos desarrollar paz mental. Para lograr el cambio social es preciso mejorar la educación».
En respuesta a una pregunta sobre su posible regreso al Palacio Potala, Su Santidad declaró que lo más importante es trabajar para preservar el idioma y la cultura tibetanos, lo que a su vez ha mantenido vivos los antiguos conocimientos indios, como las tradiciones de la Universidad de Nalanda. Explicó que los más de 300 volúmenes del Kangyur y el Tengyur, traducciones de la literatura india al tibetano, contienen filosofía, psicología y lógica que siguen teniendo relevancia y valor hoy en día.
Su Santidad expresó admiración por el vegetarianismo y declaró que las cocinas de los monasterios tibetanos y otras instituciones en el exilio son en su mayoría vegetarianas. Sin embargo, también explicó que la dependencia tradicional de los monjes budistas de la limosna les impedía expresar sus preferencias. Por lo tanto, no son ni vegetarianos ni no vegetarianos.
Finalmente, para aclarar lo que quiso decir cuando declaró que la compasión no es un lujo, sino una necesidad si queremos sobrevivir, Su Santidad señaló que la ciencia y la tecnología han dado a los seres humanos un inmenso poder de destrucción. Al mismo tiempo, la realidad ha cambiado y las personas son ahora más interdependientes que nunca. El cambio climático, por ejemplo, es una amenaza que afecta a todos y que sólo puede ser abordada por todos trabajando juntos. Hay una necesidad urgente de ser realistas y entender que, dado que los problemas no pueden resolverse mediante el uso de la fuerza, la única alternativa es entablar un diálogo serio.
«Hermanos y hermanas, por favor piensen en cómo todos somos parte de la humanidad. Si la humanidad está en paz, todos seremos más felices. Por supuesto, todos estamos impulsados hasta cierto punto por el interés propio. Pero hay una diferencia entre el egoísmo tonto y estrecho y el egoísmo sabio que también incluye la preocupación por los demás. Gracias».
Su Santidad se levantó y caminó a paso tranquilo por el patio del templo, tomando tiempo para aceptar los saludos y las felicitaciones de la gente a medida que avanzaba, antes de subir al coche que lo llevaría a casa para almorzar.