Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India - Cuando Su Santidad el Dalái Lama entró en la sala esta mañana y vio los rostros de los becarios de cambio de generación en las pantallas que tenía delante, sonrió cálidamente y saludó con la mano. Estos eran jóvenes constructores de la paz asociados con el Instituto de la Paz de los Estados Unidos (USIP), muchos de los cuales había conocido antes.
Nancy Lindborg, Presidente y CEO de USIP comenzó el programa diciendo: «Maravilloso verlo de nuevo, Su Santidad. Bienvenidos a esta importante conversación sobre el conflicto, el covid y la compasión. Otros años, he llevado a varios grupos de jóvenes a verlo en Dharamsala. Hoy tenemos 20 con nosotros, cada uno de los cuales ha elegido ser un constructor de paz en su comunidad.
»Cuando nos reunimos por primera vez en 2015 usted habló de hacer del siglo XXI una era libre de conflictos. ¿Cree que lo estamos logrando?»
»Aprecio el esfuerzo que ha hecho durante varios años —respondió Su Santidad—. Siento que las cosas han cambiado. A principios del siglo XX, la humanidad realmente creía en el poder militar. Los estados dedicaron gran parte de sus presupuestos a las armas y los científicos utilizaron sus inteligentes cerebros para diseñar armas cada vez más destructivas. Ahora, creo que, como resultado de la experiencia, esta forma de pensar está declinando. Después de dos guerras mundiales, durante la segunda de las cuales se utilizaron armas nucleares, se habló de una tercera guerra mundial, ahora ya no se oye hablar mucho de eso.
»Admiro el espíritu de la Unión Europea. En el pasado, países europeos como Francia y Alemania eran archienemigos, luchaban y se mataban entre ellos. Pero después de la segunda guerra mundial, sus dos líderes, Adenauer y De Gaulle decidieron que sería mejor formar una unión de estados en Europa. Desde entonces la paz ha prevalecido allí.
»Aunque la humanidad estaba entusiasmada con su desarrollo tecnológico, poco a poco se ha ido dando cuenta de que las armas nucleares son demasiado peligrosas. A finales del siglo XX, las personas en su conjunto se han vuelto más humanas.
»Somos animales sociales. Apreciamos la comunidad porque sin ella los individuos no pueden sobrevivir. Desde el momento en que nacemos, dependemos del cuidado de nuestra madre y ella nos cuida sin cuestionar. La maternidad demuestra la importancia de tener una actitud altruista. Incluso los animales sobreviven cuidándose los unos a los otros.
»Todas las tradiciones religiosas son religiones humanas. A pesar de las diferencias de tiempo, lugar y punto de vista filosófico, todas enseñan la importancia del amor.
»En el pasado nos dejamos fascinar por la tecnología, pero creo que nos estamos volviendo más maduros. Estamos prestando más atención a los valores internos y a encontrar la paz interior. Creo firmemente que la educación debe incluir la instrucción sobre nuestro mundo interior: el funcionamiento de nuestra mente y emociones. Necesitamos aprender, por ejemplo, que son las emociones destructivas como la ira las que destruyen nuestra paz mental. Así como entrenamos a los niños a observar una higiene física para mantenerse sanos y fuertes, también existe la correspondiente necesidad de una higiene emocional.
»Habiendo completado sus estudios, ustedes los jóvenes están al comienzo de su vida laboral. Deben aprender, aquí y ahora en el siglo XXI, con la ayuda de lo que los científicos han estudiado el cerebro, cómo lograr la paz mental. Esto es crucial, ya que la paz mundial sólo puede ser construida por individuos que estén en paz consigo mismos.
»La física cuántica nos dice que los fenómenos no existen tal y como parecen existir y, sin embargo, la mayoría de nuestras emociones destructivas están enraizadas en la idea de que las cosas existen de manera independiente por su propio lado, tal y como parecen hacerlo.
»Mi compromiso número uno es compartir con los demás la intención de lograr la paz mental y el modo de hacerlo. Nuestro mundo se ha vuelto más pequeño y podemos intercambiar información fácilmente entre nosotros. Ese es un contexto en el que podemos tratar de desarrollar actitudes más compasivas entre nuestros siete mil millones de seres humanos. Algo que debemos entender es que la verdadera fuente de problemas para todos nosotros no está fuera de nosotros, sino aquí dentro. Son nuestros sentimientos de sospecha, miedo y rabia los que realmente tenemos que dominar.
»Mi segundo compromiso es la promoción de la armonía entre nuestras tradiciones religiosas. Luchar y matar en nombre de la religión es impensable. Sin embargo, entre nuestros vecinos vemos conflictos, por ejemplo, entre los seguidores de las tradiciones chiítas y suníes que veneran las mismas escrituras y a los mismos maestros, y llevan la misma rutina de oración. En la India, todas las principales religiones del mundo viven juntas en armonía. El mundo se ha convertido en una sola comunidad. Cuando podamos, necesitamos sentarnos juntos y compartir nuestra experiencia».
Nancy Lindborg mencionó que hoy es el Día Internacional de la Juventud y que la mitad de los jóvenes del mundo viven en zonas afectadas por conflictos. Le preguntó a Su Santidad cómo le han inspirado los jóvenes y si tenía algún consejo para ellos.
«Vivimos en una economía global —respondió—, sin fronteras naturales. Y me parece que los jóvenes de hoy en día tienen una mentalidad más abierta que antes. Cuando vivía en el Tíbet, por ejemplo, sólo tenía una visión limitada del mundo. Después de venir a la India, pude conocer a distintos tipos de personas con mucha más facilidad. Parece que las mentes jóvenes de hoy son más abiertas y que la humanidad se está volviendo más realista. En este sentido, las cosas están mejorando».
Una joven de Colombia preguntó a Su Santidad qué consejos daría a la gente para afrontar la incertidumbre que prevalece hoy en día. Respondió que la pandemia y sus ramificaciones son muy desafortunadas. Muchos científicos están investigando con la esperanza de encontrar una solución al problema. Sugirió que cuando tenemos una visión más clara de la realidad, estamos menos sujetos a emociones destructivas como el desánimo. No podemos eliminar los problemas externos a voluntad, pero en términos de nuestro mundo interior podemos desarrollar la tolerancia, el perdón y la satisfacción. Si hemos desarrollado la paz mental, podemos mantener la calma sin importar lo que pase en el mundo exterior.
«La Tradición de Nalanda en la que me he entrenado recomienda no sólo confiar en la fe, sino analizar los problemas que enfrentamos a la luz de la razón. Ahora tengo 85 años y eso es lo que he hecho a lo largo de mi vida. En un contexto budista pensamos que todos los seres sensibles son amables como nuestra madre. De manera similar, podemos pensar en los siete mil millones de seres humanos vivos hoy en día como en nuestros hermanos y hermanas. Todos somos iguales en la forma en que nacemos y en la forma en que morimos».
Una joven india quería saber cómo mantener la compasión por los autores de la injusticia. Su Santidad le recordó que aunque el Buda había hablado del sufrimiento, habló más sobre sus causas. Ya que ninguno de nosotros busca el sufrimiento, necesitamos evitar sus causas. Sugirió que las personas sin principios morales, que causan problemas a los demás, acumulan acciones negativas que tendrán consecuencias desafortunadas para ellos. Deberíamos preocuparnos tanto por estas personas como por las víctimas de sus abusos.
El maestro indio del siglo VIII Shantideva nos dice que nuestro enemigo puede ser nuestro mejor maestro, porque nadie más nos da tal oportunidad de practicar la paciencia.
Un joven somalí preguntó si había diferentes requisitos para el liderazgo en tiempos de crisis. Su Santidad le dijo que este no es un momento para pensar sólo en «mi nación» o «mi comunidad». Tenemos que pensar en toda la humanidad. Nos enfrentamos a problemas que nos afectan a todos. Debemos trabajar juntos en beneficio de los siete mil millones de seres humanos que viven hoy en día.
Respondiendo a una pregunta de un joven sirio sobre si las circunstancias angustiosas pueden proporcionar oportunidades para lograr la unidad, Su Santidad estuvo de acuerdo en que sí. Recordó que cuando todavía estaban en el Tíbet, la gente en diferentes partes del país siguió su propio camino. Sin embargo, una vez que llegaron a la India, no había motivos para pensar en términos de «nosotros» y «ellos». Se había vuelto mucho más importante trabajar juntos en interés común.
«Hoy en día, la pandemia es una de las amenazas a las que nos enfrentamos —señaló—, otro asunto muy grave es el cambio climático y el calentamiento global. Los científicos han predicho que si no actuamos para detenerlo, en las próximas décadas las fuentes de agua, ríos y lagos, podrían secarse. Un problema adicional que tendrá que ser abordado es la creciente brecha entre ricos y pobres. Hacer frente a estas difíciles circunstancias requerirá que trabajemos juntos.
«Tenemos que percibir la humanidad como una unidad. Cuando fui por primera vez a Europa, conocí a personas con pelo de diferente color, narices de diferente forma y así, pero me di cuenta de que emocionalmente somos todos iguales. Por eso creo que es útil pensar que los demás son tan amables como nuestra propia madre».
Invitado a asesorar a los constructores de la paz que se enfrentan a diversas restricciones, Su Santidad expresó la opinión de que a menudo hay una verdadera brecha entre las viejas formas de pensar y la realidad actual, transformada. Solía ser suficiente, dijo, pensar sólo en nuestra propia nación. Ahora es preciso tener en cuenta a todos, así como cooperar con los demás en la medida de lo posible. La nueva realidad es que todos somos iguales en cuanto que seres humanos y todos los siete mil millones de nosotros tenemos que vivir juntos. Es cuestión de adoptar una perspectiva más amplia.
Nancy Lindborg cerró la discusión. Una vez más, expresó su agradecimiento a Su Santidad por unirse a ellos, y agradeció a los miembros de su oficina por su apoyo, mencionando en particular al equipo audiovisual.
«Pude conocerlo —le dijo a Su Santidad—, en la primera semana que estuve trabajando con USIP en 2015. Ahora sucede que esta semana se termina mi trabajo con la USIP y estoy muy feliz de haber podido reunirme con ustedes de nuevo. El Vicepresidente David Yang continuará estas reuniones en el futuro. Por último, me gustaría dar las gracias a nuestros intrépidos becarios de Cambio de Generación por unirse a nosotros hoy, ustedes son la luz del futuro».
«El tiempo pasa, las cosas cambian, y tenemos que encontrar nuevas formas de pensar —respondió Su Santidad—. Ustedes, los jóvenes, son los que contribuirán a crear un nuevo mundo. No caigan en viejas costumbres. Acepten la nueva realidad sobre la unidad de todos los seres humanos y enfrenten el desafío del calentamiento global. Abran sus ojos y abran sus mentes.
»En los últimos cinco años habéis organizado varias reuniones conmigo, de las que estoy muy agradecido. Continuemos trabajando por el bien de la humanidad con el objetivo de crear un mundo mejor. Esa es nuestra responsabilidad. Gracias».