Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India - Lord Richard Layard, profesor de la London School of Economics y fundador de «Acción para la Felicidad», dio la bienvenida a Su Santidad el Dalái Lama a una conversación esta mañana sobre la Creación de un mundo más feliz. Le dijo que hoy se cumple el décimo aniversario del inicio de «Acción para la Felicidad», una organización a la que, según dijo, Su Santidad se había unido incluso antes de que se formara. Recordó a Su Santidad que habían compartido una plataforma en Zúrich conversando sobre la ética secular cuando él explicó sus planes para «Acción para la Felicidad» y Su Santidad le dijo: «Quiero formar parte».
Más tarde, dijo, en el Teatro Lyceum de Londres, Su Santidad lanzó el curso de Acción para la Felicidad, «Explorar lo que importa». Se han realizado ensayos para evaluar la diferencia que la asistencia al curso había supuesto para los participantes, y los resultados positivos, un aumento de la felicidad básica, han sido significativos. «Recuerdo que al finalizar aquel evento en Londres, un corresponsal de la BBC entre bastidores le preguntó qué único factor haría más felices a las personas y usted respondió inmediatamente: "La calidez de corazón". Me hizo llorar».
Layard abrió la conversación preguntando a Su Santidad cómo podemos hacer que nuestros corazones sean más cálidos.
«Estamos bien equipados desde el nacimiento para tener un corazón cálido y cuidar de los demás —respondió—. Nuestra propia supervivencia depende de los demás miembros de nuestra comunidad. Desde el momento en que nacemos, dependemos del afecto de nuestra madre. Familiarizarnos con el hecho de que nos cuiden cuando somos jóvenes nos prepara para cuidar de los demás cuando seamos capaces. Ser cariñosos y cuidar de los demás es un fenómeno natural.
»El problema es que nuestro sistema educativo actual está orientado hacia objetivos materialistas, pero no tiene en cuenta nuestra necesidad de mantener una mente sana además de un cuerpo sano. Sin embargo, los escolares reconocen que disfrutan más de las clases impartidas por profesores y profesoras que sonríen alegremente que de las impartidas por docentes cuya expresión es severa y adusta. Incluso los animales responden si nos mostramos cariñosos con ellos. Los perros mueven la cola y he visto a los pájaros comer de la mano de las personas que son cálidas y pacíficas con ellos.
»La calidez de corazón es el factor clave para crear una comunidad alegre y un mundo más feliz. Conduce a un sentimiento de fraternidad y hermandad. Estoy decidido a contribuir a crear una comunidad con un sentido de la unidad de la humanidad, una comunidad en la que la fe o el color sean secundarios frente al hecho de que todos somos iguales como seres humanos».
Layard comentó que algunas personas parecen tener el corazón frío como resultado de las experiencias que han tenido. Preguntó a Su Santidad cómo había conservado su resplandor interior y su sonrisa cariñosa ante las numerosas dificultades.
«Toda la cultura tibetana se centra en no hacer daño —le dijo—, incluso hacia los insectos. Si un niño atrapa un insecto volador, otro miembro de la familia le dirá: "No lo mates". Somos budistas, pero compartimos con otras personas religiosas la idea de la amabilidad con otras criaturas.
»Mi madre era muy amable. De ella aprendí sobre la compasión. Me eligieron como la reencarnación del Dalái Lama y me llevaron a Lhasa, donde lo que aprendí sobre la compasión y la filosofía budista me resultó muy útil.
»Más tarde llegué como refugiado a la India, un país libre y democrático donde los miembros de todas las grandes religiones del mundo conviven en paz y armonía. Soy una invitada del Gobierno de la India, y como resultado estoy segura y feliz. Y considero que es mi responsabilidad compartir con los demás lo que he aprendido sobre la paz interior.
»En las últimas décadas, he conversado con científicos que han llegado a apreciar la importancia de encontrar la paz interior. Reconocen, por ejemplo, la contribución que la paz mental tiene para mejorar la salud física y el bienestar.
«He conocido a muchos tipos diferentes de personas, pero conocerlas no me hace más consciente de que soy tibetano o budista, sino que me hace darme cuenta de que todos somos iguales por ser humanos».
El señor Layard quería conocer el secreto para establecer buenas relaciones.
«Creo que los siete mil millones de seres humanos que viven hoy son esencialmente hermanos y hermanas —respondió Su Santidad—. Pensar sólo en 'mi nación', 'mi gente', 'mi grupo o comunidad' está fuera de lugar. Este pensamiento estrecho conduce fácilmente al conflicto. En nuestro mundo interdependiente tenemos que pensar en la unidad de la humanidad. Tenemos que tener en cuenta a la comunidad en general porque tenemos que convivir unos con otros. Por eso tenemos que intentar educar a los demás para que aprecien que la humanidad es una sola familia.
»Además de nuestra interdependencia, nos enfrentamos a los graves retos del cambio climático y el calentamiento global que sólo podremos afrontar si actuamos juntos y nos ayudamos mutuamente.
»Somos animales sociales. Si alguien está enfadado con usted, es importante mantener un corazón cálido hacia él. El enemigo de hoy puede convertirse en el amigo de mañana. Si se comportan negativamente con usted y usted es hostil a cambio, no habrá fin a los problemas entre ustedes».
Lord Layard recordó que Su Santidad le dijo que fundar una organización para promover una mayor felicidad no era su trabajo. Sin embargo, aceptó ser el patrón de Acción para la Felicidad. Layard le preguntó si tenía un mensaje para los miembros del movimiento. Su Santidad se rió y le dijo:
«Su organización se basa en cultivar una actitud pacífica y cálida hacia los demás. Es maravilloso y muy práctico. Demuestra que hay esperanza para el futuro. Podemos crear un mundo más feliz y una humanidad más feliz. Es maravilloso. Y creo que sus miembros ya han descubierto que somos mucho más felices cuando nos ayudamos unos a otros».
El profesor Layard cedió la palabra al Dr. Mark Williamson, director de Acción para la Felicidad, que iba a coordinar las preguntas de los miembros de la organización a Su Santidad. «Es un placer verle de nuevo», comenzó Williamson, «tengo muy buenos recuerdos de nuestro tiempo juntos en Londres en 2015». Presentó al primer interrogador que preguntó qué se puede hacer por los niños que se han deprimido debido a las ramificaciones de la pandemia de covirus.
Su Santidad reconoció que la pandemia ha sido muy grave en todo el mundo. Se están llevando a cabo investigaciones médicas cruciales. Pero en lo que respecta a los niños y niñas, lo más importante es tranquilizarlos con atención y afecto. Ese consuelo les aportará tranquilidad y les facilitará la esperanza y el optimismo.
Le dijo a una mujer afligida por la muerte de su marido que, aunque lo había perdido, seguía contando con el apoyo del resto de la comunidad y que quizá con el tiempo encontraría otro marido.
Su Santidad aconsejó a un joven preocupado por cómo mantener la compasión y la esperanza frente a amenazas como el racismo y el cambio climático que es propio de la naturaleza humana tener un corazón cálido. Sin embargo, además de la calidez de corazón también tenemos que utilizar nuestra inteligencia humana. Reconocer la hermandad entre nosotros es la base para mantener una comunidad feliz.
«Como hemos visto recientemente en las inundaciones de Alemania, Bélgica y otras partes de Europa —comentó Su Santidad—, es maravilloso que cuando las cosas son difíciles, las personas se ayuden entre sí. Actuar sobre la base de la calidez del corazón y la inteligencia es la manera de crear un mundo más seguro y feliz».
Una mujer de Sudáfrica le preguntó a Su Santidad cómo cultivar amistades con otras personas como la suya con el arzobispo Desmond Tutu.
«El factor clave —respondió—, es la confianza y el respeto mutuo. Pertenecemos a tradiciones diferentes, pero ambos somos seres humanos que practican la bondad amorosa y el perdón. Las diferencias entre nosotros son secundarias. Quiero mucho al obispo Tutu. Hubo una ocasión en la que estuvo cantando mis alabanzas y terminó diciendo con una sonrisa: «Desgraciadamente esta persona no es cristiana». Lo importante es que nos consideramos hermanos porque ambos somos humanos.
«Me considero un ser humano más y, sobre esa base, considero a las muchas personas que conozco como amigos de confianza. Hacer hincapié en que soy budista o tibetano sólo sirve para aislarme de otras personas. El factor crucial es que sólo soy un ser humano más. Cuando visito diferentes lugares y conozco a personas con diferentes orígenes, sonrío y ellas responden. Esto es una profunda fuente de felicidad. La calidez del corazón me aporta beneficios y trato de compartir esa experiencia con los demás.
»Los tibetanos hemos sufrido todo tipo de males, pero no consideramos a los chinos fundamentalmente como enemigos porque son seres humanos igual que nosotros».
Se le preguntó a Su Santidad qué se puede hacer para ayudar a los trabajadores sanitarios que están desbordados y agotados. Reconoció que las personas que se dedican al servicio de los demás pueden cansarse y desanimarse. Deben ser realistas, dijo. A fin de ser realmente de ayuda a los demás necesitan descansar, para estar física y mentalmente frescos. Cuidarse a ellos mismos contribuye a que puedan ser de ayuda para los que están a su cargo.
Una mujer que había perdido recientemente a su padre a causa del cólera quería un consejo sobre cómo afrontar el duelo. Su Santidad le dijo que comprendía su angustia y mencionó el consejo de un antiguo maestro indio que recomendaba pensar en el sufrimiento al que nos enfrentamos y examinar si hay algo que podamos hacer para superarlo. Si lo hay, eso es lo que hay que hacer. No hay necesidad de lamentarse. Por otro lado, si no hay nada que hacer, entristecernos no nos servirá de nada.
«Cuando mi madre falleció —recordó Su Santidad—, me sentí triste, pero en lugar de alterarme, hice oraciones por su bienestar. Sería bueno pensar en algo que su padre hubiera deseado que hiciera y hacer eso».
Por último, con respecto a cómo llevar una vida más feliz, Su Santidad reiteró que, en el pasado, las personas tenían menos conocimiento acerca de la importancia de la paz mental o de cómo conseguirla. Ahora este conocimiento está creciendo. El factor clave para que la generación futura, los que son niños y niñas hoy, aprecien la importancia de la calidez de corazón junto con la conciencia de la unidad de la humanidad. Pensar sólo en las personas de nuestros entorno como «nosotros», dejando de lado a ortos, es algo obsoleto. Toda la humanidad tiene que aprender a vivir y actuar como una sola comunidad.
Mark Williamson dio las gracias a los que habían formulado preguntas, así como a Su Santidad por haberlas respondido.
«Este ha sido un evento magnífico —declaró Lord Layard—. Usted ha sido nuestra inspiración durante estos años. Gracias por estar hoy con nosotros. Me gustaría dar las gracias a la Oficina del Tíbet en Londres por coordinar la ocasión y a los miembros del público por estar con nosotros.
»Tenemos un nuevo lema: más felices, más amables, juntos. Ustedes nos han ayudado con eso. Gracias».