Delhi, India - Esta mañana hacía frío y un poco de niebla cuando Su Santidad el Dalái Lama se dirigía en coche a la escuela pública Salwan de Gurugram. A su llegada fue recibido por el presidente del Salwan Education Trust, Sushil Dutt Salwan, que lo escoltó hasta el vestíbulo de la escuela. Los directores y el personal de 58 escuelas de todo Gurugram aprovecharon la ocasión para saludar a Su Santidad mientras éste disfrutaba de té y galletas.
Su Santidad se dirigió al escenario instalado bajo una gran shamiana y tomó asiento mirando a unos 6.000 alumnos, profesores, madres y padres que habían acudido a escuchar su discurso. El Sr. Salwan le dio la bienvenida en nombre de todos los presentes. Recordó que la asociación del Salwan Education Trust con Su Santidad comenzó cuando visitó por primera vez su campus de Rajendranagar hace 24 años. Señaló el gran respeto que siente el Trust por el mensaje de Su Santidad sobre nuestra necesidad general de amor y compasión. También mencionó que en aquella ocasión Su Santidad había bendecido un retoño que ahora ha crecido hasta convertirse en un árbol Bodhi que es un hito significativo en el campus.
«La vida consiste en aprender —comentó el Sr. Salwan—, y es un honor para nosotros aprender de Su Santidad».
«Hermanos y hermanas —comenzó Su Santidad—. Los ocho mil millones de seres humanos somos en realidad hermanos y hermanas. Nacemos de la misma manera y casi todos hemos sido criados por nuestras madres de la misma manera. En última instancia, todos en este mundo dependemos de la calidez de corazón.
»De niños jugamos unos con otros sin tener en cuenta cuál pueda ser nuestra religión o nacionalidad. Si nuestros compañeros sonríen y juegan, nos alegramos de jugar con ellos. Esto se debe a que, en esencia, todos somos iguales como seres humanos. Sin embargo, la educación tiende a enseñarnos a centrarnos en las diferencias superficiales entre nosotros, lo que puede provocar fricciones y discriminación.
»La India tiene tradiciones muy arraigadas de karuna (compasión) y ahimsa (no violencia). Debemos intentar seguir estos valores humanos básicos. Los tigres y los leones tienen dientes y garras afilados que indican su necesidad de depredar y comerse a otros animales, pero la forma humana sugiere que estamos mucho más inclinados a ser compasivos y a no hacer daño. Desde un punto de vista biológico, deberíamos ser criaturas pacíficas.
»Puesto que para sobrevivir dependemos de la bondad de los demás, necesitamos mantener un sentimiento de karuna y ahimsa hacia ellos. En el pasado ha habido demasiada violencia porque hemos utilizado nuestra inteligencia para desarrollar armas y para urdir contiendas contra nuestros vecinos.
»Cuando nos encontramos, reconocemos a otro ser humano por su rostro humano. Si conociéramos a alguien con tres ojos sería una verdadera sorpresa. Todos somos físicamente similares al tener una cara, dos manos y dos piernas. Deberíamos vivir de acuerdo con nuestra naturaleza humana básica, que es ser compasivos. ¿Construyó la violencia del pasado un mundo mejor y más seguro? No lo hizo. Por lo tanto, debemos esforzarnos por crear un mundo más feliz y pacífico. Esto significa vivir felices juntos como hermanos y hermanas.
»He tenido la oportunidad de visitar diferentes países de distintos continentes y en todas partes he encontrado el mismo tipo de rostros humanos. Vaya donde vaya, sonrío y, en general, las personas responden de forma amistosa.
»La paz no caerá del cielo. Se construye generando un sentimiento genuino de hermandad. A nivel superficial existen diferencias entre nosotros, pero no son motivo para pelearnos con los demás. Nuestro objetivo debe ser un mundo pacífico y sin armas. Si surgen desacuerdos, debemos resolverlos mediante el diálogo. Las armas no arreglan nada.
»Esto es lo que quiero compartir con mis jóvenes hermanos y hermanas aquí presentes».
Su Santidad comentó que los valores occidentales tienden a centrarse en objetivos materiales mientras que en la antigua India los sabios exploraban el funcionamiento de la mente. Estos sabios reconocieron que tenemos conciencias sensoriales y también apreciaron la importancia de la conciencia mental. Aprendieron que cuando morimos nuestras mentes más burdas se disuelven en mentes más sutiles. Esto también puede observarse cuando nos vamos quedando dormidos. Su Santidad reconoció que los yoguis indios, al igual que los monjes tibetanos, tienen una profunda experiencia en el trabajo con la mente.
Cuando pasamos por el proceso de morir, los elementos del cuerpo se disuelven y los niveles más burdos de la mente se disuelven en niveles más sutiles. Esto da lugar a lo que se conoce como las tres visiones: la apariencia blanquecina con el cese de 33 concepciones, el aumento rojizo durante el cual cesan 40 concepciones y la inminencia oscura, durante la cual cesan las siete concepciones finales.
Su Santidad recordó que en el siglo VII de la era común el entonces rey del Tíbet encargó la creación de una forma de escritura tibetana basada en el alfabeto indio Devanagari. Cuando un siglo más tarde otro rey invitó al gran maestro de Nalanda Shantarakshita al Tíbet, éste fomentó la traducción de la literatura budista al tibetano. La consecuencia es que hoy en día el tibetano sigue siendo el idioma mejor y más preciso para explicar la psicología budista y la ciencia de la mente. Su Santidad sugirió que los estudiantes indios necesitan aprender más sobre el entrenamiento y el control de la mente basándose en la antigua tradición india, que se ha mantenido viva en el Tíbet.
Al responder a las preguntas de los estudiantes, Su Santidad observó que todo el mundo tiene cierto interés en la paz mental. Para mantener esa paz interior, tenemos que saber que son las emociones destructivas como la ira y la desconfianza las que perturban nuestra mente, mientras que la karuna (la compasión) aporta paz y confianza en nosotros mismos. Señaló que si, como hace él mismo, pensamos en la karuna nada más despertarnos y de nuevo al irnos a dormir, eso nos aportará paz mental.
Cuando se le preguntó a quién consideraba una fuente de inspiración, Su Santidad no dudó en mencionar a Nagaryuna y a Chandrakirti, dos maestros indios cuyo pensamiento e inteligencia eran brillantes.
Otro estudiante quería saber cómo controlar la ira y permanecer en paz. Su Santidad le aconsejó que se familiarizara con la karuna, la compasión. Entonces, dijo, cuando surja la ira no será incontrolable. La ira y el apego están asociados a estados burdos de la mente, que no tienen una base sólida, mientras que la compasión está bien fundada en la razón. Señaló que esta es la razón por la que las emociones constructivas son más fuertes que sus homólogas destructivas, a largo plazo.
En nuestro mundo materialista, comentó Su Santidad, prestamos demasiada atención a lo material. Lo que deberíamos hacer, en su lugar, es prestar más atención al estado de nuestra mente.
A la pregunta de cómo llegar a tener un corazón compasivo en un mundo en el que la mayoría de las personas son egocéntricas, Su Santidad contestó que tenemos un fuerte sentido de comunidad y de nuestra dependencia de ella cuando somos muy jóvenes y que necesitamos preservar y alimentar esa idea. Reiteró que la compasión nos aporta felicidad y confianza en nosotros mismos.
«Quiero animar a estos jóvenes indios e indias a que tengan presentes la karuna y la ahimsa. Si lo hacen, sus vidas seguirán una dirección positiva. Cuando somos compasivos, esto automáticamente nos hace sonreír.
»También cuando alguien se casa, el amor genuino está muy relacionado con ser capaz de sonreír. Cuando hay dinero de por medio, el matrimonio tiende a ser sólo temporal. Y si te casas con un político, eso tampoco durará. Pero cuando dos personas se casan porque ambas se aman, su matrimonio es duradero. Los seres humanos tienden a casarse para toda la vida, sobre todo si su relación está arraigada en un profundo sentimiento de bondad amorosa.
Smt Rashmi Malik, directora de la escuela pública Salwan de Gurugram, dio las gracias a Su Santidad y a todos los que habían contribuido a que la escuela hubiera tenido la oportunidad de acogerlo.
En sus observaciones finales, Su Santidad señaló que China e India son las dos naciones más pobladas de la tierra. Pero, mientras que China ha tenido sus altibajos, la India aprecia la democracia y la libertad religiosa.
«Esta costumbre de considerar la democracia y respetar todas las tradiciones religiosas —afirmó Su Santidad—, basada en valores seculares, es buena y sabia.
»Gracias».