Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India - Tras sonrisas y breves saludos esta mañana, Su Santidad el Dalái Lama tomó asiento para el segundo día de la Cumbre de Liderazgo Compasivo. «Sí, comiencen», dijo.
Richie Davidson, que moderaba la reunión, le preguntó si había dormido bien anoche.
«Siempre —respondió Su Santidad— nueve horas».
«Ayer examinamos cómo equilibrar el compromiso social con el cultivo de un buen corazón —resumió Davidson—. Nos preguntamos cuándo está bien dejar el hogar y qué es el hogar, cómo encontrar la belleza en medio de la adversidad. Examinamos el papel de los padres como maestros de la compasión y cómo mantener la esperanza ante retos como los que estas personas jóvenes afrontan cada día. Hoy tenemos a siete personas que compartirán aspectos de sus vidas y le harán una pregunta».
Ronan, de Irlanda, fue el primero en dirigirse a Su Santidad: «Ayer nos habló a todos de los siete u ocho mil millones de personas que viven hoy en día y de cómo debemos reconocer que todos somos uno. Yo desafié lo que usted dijo. Y el trasfondo de mi desafío es que he dirigido la estrategia política de Extinction Rebellion, un grupo de desobediencia civil no violenta que sigue el ejemplo de Gandhi y Martin Luther King.
»Somos activistas pacíficos que hemos sido encarcelados por intentar concienciar de que lo que afrontamos es una emergencia climática, no sólo una crisis de sostenibilidad. Estamos en vías de extinción y la fuerza de la compasión no es suficiente. Mi pena es porque a muchos les parece imposible cambiar el mundo. El mundo de hoy se endurece en un cinismo tal que una visión de unidad, algo tan hermoso, se siente imposible. Se siente simple, sentimental e ingenuo.
»Estamos aquí para poner nuestro sufrimiento a sus pies. Cuando estaba en la Rebelión de la Extinción fui más allá de mis límites físicos. Mi cuerpo se rompió. Estamos en una época de agotamiento. Me sometí a un estrés que desencadenó una condición de dolor crónico, un dolor como el que se siente en las rodillas, pero en todo el cuerpo. Parece que hay poco tratamiento. Tengo que aceptar lo que, por otra parte, es inaceptable.
»En el invierno de 2019 tuve pensamientos de suicidio. Lo que me frenó fue que sentí que no podía hacerle eso a mis padres, que ya habían perdido un hijo cuando hace años mi hermano fue derribado de su bicicleta y murió. El otro factor que me detuvo fue la idea de que en marzo de 2020 iba a conocerlo a usted. Como escribió Albert Camus: "En medio del invierno, descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque significa que, por mucho que el mundo empuje contra mí, dentro de mí hay algo más fuerte, algo mejor, que devuelve el empuje"».
«No tengo una pregunta que hacer. Me gustaría pedir que nos sentemos juntos en silencio».
Tras un interludio de silencio, Su Santidad tomó la palabra.
«Como sabrán, tengo cuatro compromisos. En primer lugar, soy un ser humano y veo que hay una insatisfacción generalizada. Las personas no se enfrentan a un malestar físico, sino a un malestar mental y eso puede aliviarse. Tendemos a pensar negativamente sin pararnos a mirar y ver que el mundo es muy bonito. Así que parte de nuestro malestar mental es nuestra propia creación. A veces necesitamos mirar la situación en la que nos encontramos desde una perspectiva más amplia y ver que no es tan mala. Todos tenemos una semilla de compasión.
»Los seres humanos no somos como los animales depredadores, como los tigres. Nos preocupamos por los demás porque somos animales sociales, lo que constituye la base de nuestras otras buenas cualidades. Ninguno de nosotros está aislado, formamos parte de la sociedad. Tenemos amistad. Es la naturaleza humana básica apreciar la idea de comunidad.
»Debemos recordar que este mundo es nuestro único hogar. Los efectos del calentamiento global son otra cosa, pero este mundo es un lugar agradable. He perdido mi propio país, pero la India ha sido muy hospitalaria. He conocido a otras personas aquí y en otros lugares y he observado que, como seres humanos, somos física, mental y emocionalmente iguales.
»Soy un refugiado. He perdido mi país. Pero estemos donde estemos, seguimos siendo seres humanos. Cuando sonrío a alguien, casi siempre me devuelven la sonrisa. A través de Internet, la televisión y la radio podemos estar en contacto con el resto del mundo. Toda la población se ha convertido en nuestra comunidad y cerca ocho mil millones de seres humanos han pasado a formar parte de nuestra familia. Tenemos que vivir juntos. No podemos escapar a otro planeta. La luna parece hermosa en el cielo, pero no podríamos vivir allí».
Anju, de la India, habló a continuación de haber crecido en una familia sacudida por la confusión emocional. Preguntó si está bien sentir dolor en la cabeza, que es más manejable, en lugar de en el corazón.
«Podemos ver dos niveles de sufrimiento o dolor —contestó Su Santidad—, uno es a nivel físico y otro tiene que ver con el malestar mental. Tenemos que investigar las causas de lo que nos produce malestar. Casi siempre podemos encontrar formas y medios para derrotarlas. Me he enfrentado a muchos problemas, pero utilizando mi inteligencia para analizarlos he podido mantener mi paz mental.
»Uno de los rasgos que diferencia a los seres humanos de los animales es nuestra capacidad no sólo de reacción, sino de planificación y preparación.
»Los tibetanos descubrimos que no estábamos solos, sino que formábamos parte de la humanidad. Recibimos una gran ayuda. Cuando escapé de mi tierra natal, mientras caminaba por las montañas, me preguntaba qué pasaría. Cuando llegamos a la India, encontramos a muchas personas que nos acogieron calurosamente».
Kristin, cuya familia era de Taiwán, habló de haber crecido en Texas y de haberse sentido invisible. Decidió convertirse en escritora y periodista para poder plantar semillas de sanación social, pero el trabajo en un periódico parecía exponerla a una tragedia tras otra. Describió cómo ver sufrir a los demás conduce a un cierto entumecimiento. Se preguntó cómo hacer frente al dolor cuando se siente demasiado para soportarlo.
«Nuestra perspectiva, la forma en que juzgamos nuestra experiencia, tiene que ver hasta cierto punto con la forma en que afrontamos los problemas y el sufrimiento —le dijo Su Santidad—. Yo tengo una perspectiva espiritual. Para mí los sucesos tienen causas y condiciones, a algunas de las cuales he contribuido. El hecho de que algunos niños pequeños recuerden sus vidas pasadas es para mí un indicador de que vivimos una vida tras otra. Pero, sobre todo, me siento feliz de ser un ser humano.
»El conocimiento nos da valor. Si sólo tuviéramos una vida, podríamos sentirnos desmoralizados, pero la idea de la reencarnación me aporta optimismo. Las tradiciones budistas tienen muchas técnicas para entrenar la mente, así que no veo la necesidad de sentirme desanimado.
»Volviendo a mis compromisos, en primer lugar, como ser humano me comprometo a ayudar a otros seres humanos a vivir vidas más felices. A pesar del desarrollo material, las personas se enfrentan a todo tipo de malestar mental. Estoy decidido a ayudar a reducir esta infelicidad mental.
»En segundo lugar, como monje budista, me dedico a promover la armonía interreligiosa. Todas las religiones aceptan el valor de la calidez de corazón. Algunas creen en Dios; otras tienen fe en el karma. Cuando oigo hablar de peleas entre las personas de distintas religiones, me siento muy triste, como si la medicina se hubiera convertido en veneno.
»En tercer lugar, tengo que pensar en la comunidad tibetana por las esperanzas que depositan en mí. Buscan en mí el fortalecimiento de su propia determinación. Tradicionalmente, las personas tibetanas se inspiran en el Dalái Lama para mantener sus principios morales.
»Me comprometo a intentar mantener vivo el Budadharma, a través del conocimiento, no sólo de la oración. Es una tradición que incluye maravillosas explicaciones sobre la naturaleza de la mente y sobre cómo se disuelve en estados mentales más sutiles en el momento de la muerte, cuando se manifiesta la mente innata de la luz clara. Eso es lo que pasa a la siguiente vida y, en última instancia, lo que lleva a la budeidad».
Ramsés, de México, expresó su pasión por la educación. Quería saber cómo motivar a los jóvenes maestros para que sean compasivos.
Su Santidad comenzó diciendo que la educación es particularmente importante para los seres humanos, en comparación con otros animales, porque tenemos cerebros tan desarrollados que necesitan ser educados.
«Creo en el altruismo —continuó—. Por muy capaz que sea una persona, nadie puede sobrevivir solo. Dependemos de la comunidad en la que vivimos. Al dedicarnos al bienestar de los demás, en realidad provocamos nuestro propio beneficio. En cuanto me despierto por la mañana, me dedico a ayudar a los demás a ser felices, lo que me da confianza en mí mismo y fuerza interior».
Krystal, de Nueva York, dijo a Su Santidad que era un regalo estar en su presencia. Mencionó que hace cinco años perdió a su hermano cuando este se suicidó.
«Muestra una gran profundidad de sufrimiento cuando la muerte es la única opción —respondió Su Santidad—. Por eso es tan importante que, cuando nos enfrentemos a dificultades, las observemos desde una perspectiva más amplia».
«Me pregunté cómo había llegado a esa situación —continuó Krystal—, y seis meses después sentí que yo también había llegado a ella. Sentí dolor sin poder solucionarlo. Ahora, en mi trabajo, reúno a personas que han experimentado el dolor y la pérdida, y al reunirnos sanamos. Mi pregunta es, como alguien que ha experimentado la pérdida, ¿cómo ha afrontado el dolor?».
«Es cierto que reunirse sana —respondió Su Santidad—, porque cuando piensas en los demás, ya no piensas sólo en ti mismo. Cuando nos enfrentamos a problemas, podemos utilizar nuestra inteligencia para derrotarlos. Tenemos que decirnos a nosotros mismos: "Soy un ser humano y no estoy solo". Nunca debemos sentirnos desesperados.
»Como parte de mi práctica budista diaria, reflexiono sobre estos versos del maestro indio Shantideva:
»Que, mientras el espacio perdure,
y los seres sensibles permanezcan,
pueda yo también permanecer
para disipar las miserias del mundo. 10/55
»La vasta perspectiva a largo plazo de esta aspiración aporta una importante fuerza interior».
Vipul, de la India occidental, preguntó qué práctica recomendaría Su Santidad a las personas jóvenes de todo el mundo.
«De nuevo, como parte de mi práctica budista diaria, hay otros versos del Bodhicharyavatara de Shantideva que me resulta útil recitar y reflexionar sobre ellos:
»Todos los que sufren en el mundo lo hacen por el deseo de su propia felicidad. Todos los que son felices en el mundo lo son por su deseo de la felicidad de los demás. 8/129
»¿Hace falta decir más? Los infantiles se ocupan de sí mismos, los Munis obran por el bien ajeno: mirad la diferencia entre ellos. 8/130
»Por eso, yendo de felicidad en felicidad montado en el caballo de la bodichita, que elimina toda pena y fatiga, ¿qué sabio podría desanimarse? 7/30
»Esto me recuerda lo esencial que es cultivar una motivación altruista».
Gabriela, de Rumanía, se describió a sí misma como el miembro más antiguo del grupo, pero también como la protectora del más joven, que está en su vientre. Reveló que nació con miedo bajo el gobierno de un dictador. Ahora su país limita con Ucrania y Rusia y el miedo se ha renovado. Dijo que trabaja con líderes empresariales que anteponen el bienestar de los demás al puro beneficio. Preguntó cómo hacer frente al miedo.
«Lo contrario del miedo es la autonomía, tener una sensación de control sobre lo que nos ocurre —respondió Su Santidad—. Los sistemas totalitarios son contrarios a la naturaleza humana. Cambiarán.
»Cuando pensamos en el miedo, hay dos tipos, el miedo legítimo para el que hay alguna base válida y el miedo que está arraigado en nuestras proyecciones mentales. Hay un dicho tibetano que dice que si dejas que tu mente se desboque, verás a un ladrón en una casa vacía.
»Tenemos que pensar en la realidad de la situación y recordarnos que la orientación básica de nuestros corazones tiene que ser altruista. La paz mental que resulta de ello nos aporta también bienestar físico. Tenemos mejor salud y un sueño más profundo, y podemos aprovechar al máximo nuestros recursos internos. Cuando adoptamos un planteamiento altruista, nos aporta una perspectiva más amplia y de mayor alcance: el valor».
Richie Davidson puso fin a la sesión. «Para mí, como científico, este encuentro ha alimentado mi corazón. Me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento a ustedes, los artífices del cambio que transfomarán el mundo. Gracias, Su Santidad, por su tiempo y gracias a Tara y Dan por haber tenido la idea de la reunión. Su Santidad, nos ha reunido; que viva mucho tiempo y con buena salud».
Su Santidad respondió: «Mi voluntad es hacer todo lo que pueda para servir. Gracias».