Bodhgaya, Bihar, India - La gente que se alineaba a los lados del corto tramo de carretera que va del monasterio tibetano al terreno de enseñanzas de Kalachakra estaba ansiosa por echar un vistazo a Su Santidad el Dalái Lama cuando pasó esta mañana. Él, a su vez, sonreía de alegría. Desde el frente del escenario sonrió de nuevo y saludó a la multitud antes de volverse para saludar a los eminentes Lamas sentados alrededor del trono.
En cuanto Su Santidad estuvo sentado, un grupo de ocho niñas indias, alumnas de la Escuela del Instituto Raíz aquí en Bodhgaya, con dos de sus profesoras, se sentaron ante él y deleitaron a la asamblea recitando el Sutra del Corazón en un sánscrito impecable. A continuación se volvió a recitar el mismo sutra en tibetano, seguido de los versos de salutación del Ornamento para la Realización Clara y de la Sabiduría fundamental del camino Medio de Nagaryuna.
«Hoy, en este lugar tan especial, Vajra-asana, la sede de la iluminación —observó Su Santidad—, nos hemos reunido personas de muchos países diferentes y tenemos la oportunidad de rezar juntos. Todos los seres sensibles somos iguales en no desear el más mínimo sufrimiento y en desear la felicidad.
»Como seres humanos tenemos la capacidad de encontrar y utilizar métodos fiables para evitar el sufrimiento y obtener felicidad. Sin embargo, con demasiada frecuencia, miramos las cosas desde un punto de vista demasiado estrecho y acabamos haciéndonos infelices en vez de lograr la felicidad que pretendíamos. Perdemos el rumbo persiiguiendo gratificaciones a corto plazo.
»Ninguna otra criatura tiene la gran capacidad que el ser humano, debido a su inteligencia, tiene de crear sufrimiento a gran escala para sí mismo y para los demás. Hemos visto los horrores de la primera y la segunda guerras mundiales y, sin embargo, hay quienes quieren que nos preparemos para una tercera. Derramamos energía y recursos en la construcción de armas sofisticadas cuyo único propósito es la destrucción.
»Debemos ser conscientes de los errores que hemos cometido, dejarlos atrás y, en su lugar, dedicarnos a prácticas que creen felicidad y reduzcan el sufrimiento de todos. Debemos trabajar para evitar la guerra y renunciar al uso de las armas. Ya no debemos pensar en lograr la victoria para nosotros y la derrota de nuestros adversarios sino en cuidar de todos los seres humanos y tener en cuenta las necesidades de toda la humanidad. Debemos evitar pensar en nuestros semejantes en términos de “nosotros” y “ellos” y tratar de vivir en paz y armonía unos con otros.
»La verdadera raíz de la felicidad es tener una mente compasiva. Si nos dejamos llevar de aquí para allá por la ira y el odio, no habrá paz en el mundo. Pero si cultivamos una actitud compasiva hacia los demás, habrá esperanza.
»No teníamos armas en las manos cuando nacimos. De hecho, en aquel momento nos nutrimos del amor y el afecto de nuestra madre. Haríamos bien en mantener viva esta experiencia mientras crecemos.
»Es triste y desafortunado que tantas personas parezcan empeñadas en matarse unas a otras. Cuánto mejor sería que se centraran en su lugar en crear una atmósfera de amor a su alrededor. Ya que queremos ser felices y no sufrir, deberíamos trabajar para cultivar la karuna, la compasión, en nuestro interior. Esa es la manera en la que podemos contribuir a la paz en el mundo. Si tenemos amor y compasión en el corazón, nos llevaremos bien con los que nos rodean. Tenemos la responsabilidad de crear la paz en el mundo. Esto significa hacer todo lo posible para construir la paz en nuestra mente, para poder instaurarla fuera».
Su Santidad señaló que en el mundo hay muchas religiones diferentes, y que todas transmiten un mensaje común sobre el valor de cultivar el amor y la compasión: valores que nos instigan a apreciar la unidad de la humanidad. Observó que hacemos plegarias para que todos los seres sensibles sean felices y eviten el sufrimiento, pero que las palabras por sí solas no bastan, tenemos que tomar medidas prácticas para ayudarnos unos a otros.
Señaló que el texto de ayer trataba principalmente acerca de la vacuidad. En ese contexto, todos los seres sensibles son iguales en el sentido de que sus mentes están vacías de existencia inherente. Aplicando los conocimientos de la enseñanza de ayer podemos derrotar el apego, la ira y el odio que causan división entre nosotros. Cuanto más amorosos y compasivos seamos, más felices seremos. Si tenemos amor y compasión en el corazón, podremos morir en paz.
«Hoy —anunció Su Santidad—, cultivaremos la mente del yoga omnicomprensivo. La mayoría de los aquí presentes somos budistas, y rezamos para alcanzar la budeidad. La primera sílaba de la palabra tibetana para Buda sang indica que ha derrotado todas las impurezas. La segunda sílaba guié indica que ha adquirido todas las cualidades. Así pues, nuestro objetivo es reducir las impurezas de nuestra mente y adquirir todas las buenas cualidades, pensando no sólo en nosotros mismos, sino en todos los seres sensibles. Cuanto más nos centremos en el bienestar de los demás, más cualidades positivas acumularemos».
Cuando se trataba de cultivar la mente del yoga omnicomprensivo, Su Santidad aconsejaba a sus oyentes que se centraran en el pensamiento de aportar beneficios a todos los seres sensibles, infinitos como la extensión del espacio, aspirando a conducirlos a todos al estado de buda. Esto equivale a generar la bodichita convencional. Su Santidad incitó a los discípulos a visualizar esta mente con la forma de un disco lunar en sus corazones.
A continuación, Su Santidad les recordó que aunque las cosas parecen existir de forma independiente y objetiva, su existencia en realidad depende de otros factores y queexisten como meras designaciones. Añadió que nosotros también somos todos surgidos de forma dependiente y no tenemos un estatus objetivo. Incluso Buda sólo existe en términos de designación.
Su Santidad aconsejó a sus oyentes que imaginaran este pensamiento de la bodichita última, la percepción de que todos los fenómenos carecen de existencia inherente, con la forma de un vajra blanco de cinco nervios erguido sobre el disco lunar que ya habían imaginado en sus corazones. Les pidió que repitieran el mantra: «Om sarva yogacitta utpatayami» Luego, para estabilizar sus mentes y estabilizar la mente del yoga omnicomprensivo les pidió que recitaran: «Om surate samaya satvam ho siddhi vajra yatha sukham».
Su Santidad declaró que esta ceremonia era suficiente para la concesión del voto de bodisatva. Afirmó que lo más importante es que los discípulos se familiaricen a fondo con la mente que aspira al despertar o bodichita y con la sabiduría que comprende la vacuidad.
«He reflexionado y meditado sobre lo que he aprendido con respecto a estas dos prácticas durante muchos años, y he visto el impacto que han tenido en mi mente. Si ustedes también cultivan bien estas prácticas, podrán ingresar en los caminos y tierras que llevan a la iluminación en esta vida.
»Recordar la vacuidad y cultivar la mente que aspira al despertar o bodichita desde el momento en que me despierto cada mañana es lo que ocasiona que esté relajado y tranquilo. Por favor, tengan esto presente. Eso es todo. Tashi delek».