Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India — Tras varios días de lluvia incesante, esta mañana las montañas cubiertas de nieve que se alzan tras Dharamsala brillaban bajo la luz del sol. Representantes de las organizaciones que ofrecían oraciones por la larga vida de Su Santidad el Dalái Lama —la Asociación Nacional Tibetana de Australia, las Comunidades Tibetanas de Europa y el Congreso de la Juventud Tibetana— lo escoltaron desde la puerta de su residencia hasta el Tsuglagkhang, el Templo Principal Tibetano. Abrían la comitiva bailarines ataviados con trajes ceremoniales que tocaban tambores, seguidos por monjes que hacían resonar los cuernos rituales.
Mientras el carrito de golf en el que viajaba Su Santidad avanzaba con paso firme por el corredor que atraviesa el patio, y mientras caminaba desde el ascensor hasta el templo, Su Santidad sonreía y saludaba, intercambiando gestos de afecto con los miembros de la multitud.
En el interior del templo, Su Santidad tomó asiento frente al maestro presidente, el profesor Samdhong Rinpoché; a la izquierda de Rinpoché se encontraban Thamthog Rinpoché, abad del Monasterio de Namgyal, y el abad del Monasterio de Gyutö; mientras que a su derecha estaban Jonang Gyaltsab Rinpoché, el lobpön del Monasterio de Namgyal, Losang Dhargyey y varios gueshes del mismo monasterio.
El ritual de larga vida de hoy se basó en Amitayus e incluyó la invocación de los cinco grupos de dakinis y la realización de ofrendas a ellas. Mientras tanto, se sirvió té y arroz dulce ceremonial a todos los presentes.
Samdhong Rinpoché ofreció la flecha de larga vida a Su Santidad, quien la aceptó. Tras recitarse en un solo verso la oración de las siete ramas, se presentó a Su Santidad el tsog, del cual tomó una pequeña porción. A continuación, se recitó la oración de larga vida de un solo verso compuesta por Su Santidad a petición de Dilgo Khyentse Rinpoché.
Gran clarificador del camino que aúna la vacuidad y la compasión,
protector de las enseñanzas y de los seres en el país de las nieves,
Poseedor del Loto, Tenzin Gyatso, rogamos:
¡que sus deseos se cumplan de forma espontánea!
Samdhong Rinpoché, junto con los representantes de los patrocinadores y organizadores de las oraciones de hoy, ofreció una mandala y las representaciones del cuerpo, la palabra y la mente del Buda, con la sincera súplica de que Su Santidad viva durante cien eones. Su Santidad tomó una gota de néctar de la vasija de larga vida y colocó otra gota en la mano de Samdhong Rinpoché. Se ofrecieron píldoras de longevidad. A continuación, se presentaron bandejas que contenían representaciones de los siete emblemas reales, los ocho símbolos auspiciosos y las ocho sustancias auspiciosas.
Una procesión de miembros de los grupos organizadores desfiló por el templo, presentando las ofrendas que llevaban —como estatuas del Buda, hábitos monásticos y otras—, y recibieron las bendiciones de Su Santidad.
Se recitó La melodía del néctar de la inmortalidad — Oración por la larga vida de Su Santidad el XIV Dalái Lama, Victorioso Supremo y Omnisciente, compuesta por Jamyang Khyentsé Chökyi Lodrö, que concluye con los siguientes versos:
Mientras perduren esta tierra, el monte Meru, el sol y la luna,
¡que permanezca a salvo, invencible, en su trono de vajra
en la mansión celestial de Potala, el deleite de Avalokiteshvara,
su cuerpo secreto, su habla y su mente eternamente inmutables!
Por la gracia de las tres deidades supremas de Larga Vida,
y el poder de la verdad de los maestros, yidams, Budas y bodisatvas,
¡que todo aquello por lo que hemos rezado
sea bendecido y se cumpla sin ningún obstáculo!
A continuación se entonó el Canto de la inmortalidad. Amplia oración por la larga vida de Su Santidad el Dalái Lama, compuesta por sus dos tutores, en la que se repite a modo de estribillo el siguiente verso:
Os suplicamos con intenso deseo,
que concedáis vuestra inspiración para que Tenzin Gyatso,
Señor de la Tierra de las Nieves, pueda vivir un centenar
de eones sin perecer y sus objetivos se realicen por sí mismos.
A continuación tuvo lugar una conmovedora interpretación: tres cantantes laicos, situados al fondo del templo, entonaron una canción en tibetano popularizada por Tsering Gyurmey —Tsawai Lama, «Mi amado maestro raíz». Desde todos los rincones del templo y del patio inferior, la asamblea se unió con entusiasmo al canto.
Oh, mi maestro raíz,
Su Santidad, el victorioso Tenzin Gyatso:
por el bienestar del pueblo tibetano y de todos los seres sensibles,
con inmensa benevolencia has asumido las responsabilidades espirituales y temporales.
Dentro de uno o dos años,
que vuelva a levantarse el radiante sol de la felicidad;
cuando esa luz de gozo amanezca,
que podamos regresar a nuestra amada tierra natal.
Al regresar, al sagrado Palacio de Potala,
oramos con humildad:
concédenos la bendición de tu audiencia por mucho, mucho tiempo.
La canción concluyó con la exclamación «Böd Gyalo!», «¡Victoria para el Tíbet!».
Se recitó después una invocación a Guru Padmasambhava, en la que se pedía su ayuda para disipar la infortunio y las fuerzas oscuras. Se ofreció una mandala de agradecimiento en gratitud porque Su Santidad aceptó vivir largo tiempo.
Para dar un cierre digno a la ceremonia, la asamblea recitó El canto armonioso de la verdad del Sabio — Oración por el florecimiento de las enseñanzas no sectarias del Buda. Esta oración, compuesta por Su Santidad, concluye con los siguientes dos versos:
Que todos los que me vean, escuchen mi voz, piensen en mí o depositen en mí su confianza
experimenten la más sublime felicidad y virtud.
Y que incluso quienes me insulten, castiguen, hieran o difamen
obtengan la buena fortuna de emprender el camino hacia el despertar.
En suma, mientras perdure el espacio
y exista sufrimiento entre los seres,
que yo también permanezca
para otorgarles beneficio y felicidad,
de todas las maneras, directa e indirectamente.
Se recitó la Oración de las Palabras de la Verdad y la oración por el florecimiento de la mente del despertar:
Que la preciosa y suprema bodichita
nazca en quienes aún no ha nacido;
y donde ya ha nacido, que no disminuya,
sino que crezca cada vez más y más.
Su Santidad salió del templo y descendió al patio, donde abordó el carrito de golf. Mientras los monjes abrían el paso tocando los cuernos tradicionales, Su Santidad cruzó el patio sonriendo y saludando; entonces, la multitud, de manera espontánea y jubilosa, volvió a entonar la canción Tsawai Lama.