Thekchen Chöling, Dharamsala, HP, India — Esta semana tuvo lugar en Dharamsala el trigésimo noveno Diálogo Mente y Vida. Más de 120 científicos, académicos, practicantes contemplativos, líderes empresariales, responsables políticos y otras personas se reunieron en el edificio de la Biblioteca y Archivo del Dalái Lama, situado bajo la residencia de Su Santidad el Dalái Lama, para explorar la naturaleza de la mente y las promesas y desafíos de la inteligencia artificial. También se unieron invitados procedentes de instituciones educativas y culturales tibetanas.
El evento fue organizado por el Instituto Mente y Vida, Mente y Vida Europa y el fideicomiso del Dálai Lama, el Dalai Lama Trust. El secretario del fideicomiso y director de la Biblioteca y Archivo del Dalái Lama, Jamphel Lhundrup, presentó la ocasión.
Este diálogo —declaró—, al igual que los que le han precedido durante casi cuarenta años, se inspira en la visión de Su Santidad de tender un puente entre las tradiciones de sabiduría de Oriente y los descubrimientos de Occidente. En 1987, el primer encuentro de Mente y Vida sentó las bases de lo que hoy es una plataforma global. El Instituto Mente y Vida ha reunido a eruditos budistas y científicos con experiencia en neurociencia, física, cosmología, biología y sabiduría contemplativa. Se ha establecido una conexión entre el cerebro, la mente y la ética. La labor del Instituto ha inspirado a monjes y monjas a incluir el estudio de la ciencia junto a su currículo tradicional.
El presidente del Consejo de Mente y Vida, Thupten Jinpa, señaló en sus palabras de apertura que este diálogo se celebraba en el año nonagésimo de Su Santidad el Dalái Lama, un periodo designado como el Año de la Compasión. Sugirió que podría considerarse como una ofrenda de práctica.

Recordó que el primer diálogo fue organizado por el brillante científico chileno Francisco Varela y por el empresario Adam Engle. Ambos ofrecieron a Su Santidad una plataforma en la que pudiera cultivar su interés por la ciencia, trayendo a científicos a visitarlo. Crearon así una oportunidad para que dos tradiciones investigativas —el budismo y la ciencia— se conocieran mutuamente.
Jinpa mencionó que Su Santidad tiene dos grandes objetivos al relacionarse con los científicos. El primero es ampliar los horizontes de la investigación científica más allá del paradigma materialista. Desea poner en el centro el aspecto mental del fenómeno, incluida la experiencia contemplativa vivida. Mientras tanto, la ciencia ha desarrollado tecnologías sofisticadas para la obtención de imágenes cerebrales, lo que permitió constatar la neuroplasticidad. El Instituto Mente y Vida ha desempeñado un papel fundamental en la apertura de investigaciones más allá de una comprensión reduccionista de la experiencia y la conciencia humanas.
El segundo objetivo de Su Santidad es ver cómo la ciencia puede servir a la humanidad. Considera esencial que dicha labor esté guiada por una motivación compasiva.
Thupten Jinpa comentó que siempre le ha fascinado la convicción de Su Santidad de que el discernimiento puede surgir del diálogo, un descubrimiento verdaderamente esclarecedor. A menudo, señaló, en Occidente los encuentros académicos se asemejan más a monólogos: el científico presenta su ponencia, responde un par de preguntas y se sienta. Mente y Vida, en cambio, concibe la comprensión clara como fruto de un diálogo colectivo. Crea un espacio para pensar colectivamente, para pensar en voz alta y en común. La naturaleza de este diálogo es interdisciplinaria.
Jinpa expresó su alegría por el tema del diálogo de este año —«Mentes, inteligencia artificial y ética»—, pues la manera en que los seres humanos aprendamos a coexistir con la IA será una cuestión definitoria de nuestra época. Observó que será necesario recurrir a los recursos más profundos y diversos del conocimiento humano para evitar que el debate sea dominado por las voces más estridentes. Está en juego el futuro de la humanidad.
Añadió que esperaba con interés ver cómo se desplegaría la «magia» de Mente y Vida en este contexto. Admitió su interés por la IA, pero reconoció que, al no tener acceso directo a la investigación, no puede estar seguro de qué es real y qué es simple propaganda.
El diálogo se desarrolló en seis sesiones de dos horas. Los paneles, formados por cuatro ponentes, estuvieron integrados por los siguientes académicos: Emily M. Bender (Universidad de Washington), Ani Choyang (Monasterio de monjas Jangchub Choeling), Molly Crockett (Universidad de Princeton), Robert Cummings (Universidad de Misisipi), Marc-Henri Deroche (Universidad de Kioto), Jason Gabriel (Google DeepMind), Shaun Gallagher (Universidad de Memphis), Peter Hershock (East-West Center), Merve Hickok (Centro de Política de IA y Digital), Thupten Jinpa (presidente del Consejo del Instituto Mente y Vida), Khangser Rinpoché (Monasterio Gyuto), Sasha Luccioni (Hugging Face), Chiara Mascarello (Universidad de Padua), Kate Nave (Universidad de Edimburgo), Anat Perry (Universidad Hebrea de Jerusalén), Gueshe Lodoe Sangpo (Monasterio Gaden Jangtse), Murray Shanahan (Imperial College London / Google DeepMind), Luc Steels (Universidad de Bruselas), Gueshe Thabkhe (Monasterio Sera Je) y Marieke van Vugt (Universidad de Groningen).
Cada ponente dispuso de diez minutos para su exposición, seguida de un diálogo entre los miembros del panel. Tras una breve pausa, el público pudo formular preguntas.
Durante la sesión final, en la tarde del jueves 16 de octubre, Luc Steels —miembro del Comité de Planificación del Programa y ponente— presentó un exhaustivo resumen de los temas principales tratados. En primer lugar, se debatió el potencial de la IA para aliviar el sufrimiento, promover la equidad y la armonía social, así como favorecer el florecimiento en la Tierra. En segundo lugar, se analizaron los riesgos que la IA plantea para la salud, el bienestar, el trabajo, la educación, la política y la acción climática. En tercer lugar, se abordó la cuestión de qué cualidades éticas deberían infundir los seres humanos en las formas artificiales de inteligencia para evitar efectos nocivos y contribuir, en cambio, al bienestar de todos los habitantes del planeta.
Estos grandes temas se distribuyeron en cinco sesiones: la primera trató sobre la mente desde una perspectiva filosófica; la segunda, sobre el desapego y las relaciones significativas; la tercera, sobre los relatos colectivos y los futuros posibles; la cuarta, sobre diversidad y ética; y la quinta, sobre educación.
Cuatro preguntas atravesaron todas las sesiones. La primera: ¿qué está haciendo hoy la IA y qué podemos hacer con ella? La segunda: ¿qué impacto tendrá su uso en nosotros y en la sociedad? Estas dos se refieren a la IA en su estado actual. Pero los ponentes también se interesaron por el futuro, y coincidieron en que ese futuro puede y debe ser creado por los propios seres humanos. El encuentro ofreció una valiosa oportunidad para definir la dirección que debería tomar la IA y cómo llegar a ello.
En cuanto a lo que la IA hace hoy, se presentaron varios ejemplos de chatbots, pero la atención se centró sobre todo en las aplicaciones que tienen relevancia directa para los seres humanos. Muchas conferencias se han ocupado de lo que la IA puede aportar al análisis de datos o a la ciencia de datos; aquí, el propósito era centrarse en los temas que atañen a la humanidad.
Se lanzaron un par de advertencias. La primera, que no deberíamos dejarnos arrastrar por la euforia que generan los departamentos de relaciones públicas de las grandes empresas. Debemos mantener la calma y adoptar una visión crítica de la IA.
Shaun Gallagher señaló lo que podría llamarse la «falacia de la prueba de Turing»: existe una gran diferencia entre simular algo y serlo realmente. Así, si un chatbot dice «siento compasión por ti», son solo palabras; no debemos dejarnos engañar creyendo que ese sistema posee o siente compasión.
Thupten Jinpa advirtió que debemos tener cuidado con el uso del lenguaje. Es peligroso aplicar términos que solo tienen sentido en el contexto humano a otras entidades o situaciones. Molly Crockett aludió a la necesidad de evitar tanto el tecno-optimismo como el pesimismo antropológico. No debemos olvidar la primacía del ser humano. Estamos muy por encima de lo que las máquinas actuales pueden hacer, y así seguirá siendo en el futuro previsible.
Emily Bender subrayó la importancia de no antropomorfizar la IA ni interpretar en exceso lo que vemos o lo que se nos dice.
Al preguntar cuál es el impacto actual, la respuesta fue contundente: es enorme, y lo será aún más. Jinpa habló de la creación de una nueva realidad —una realidad de la que pasamos a formar parte, nos guste o no—, y que dependerá de hasta qué punto estemos dispuestos a participar en el teatro que la IA está generando. Se señaló que, cuando los usuarios de ciertos textos o chatbots descubren que están interactuando con una IA, su actitud cambia; conviene estar atentos a ello.
Tanto los ponentes como el público expresaron especial preocupación por el impacto de la IA en niños y jóvenes. La IA ya ha irrumpido en el mundo, pero desconocemos sus efectos sobre el desarrollo mental; no hay suficiente investigación, y todos estamos sirviendo de conejillos de Indias. Con respecto a nuestros hijos e hijas, nietas y nietos, debemos actuar con mucha mayor precaución.
Sasha Luccioni llamó la atención sobre el uso de recursos —otro gran problema—: mientras intentamos ahorrar energía, se desarrolla una tecnología que socava en gran medida esos esfuerzos.
Respecto a los posibles futuros de la IA, Luc Steels observó que una palabra se había repetido con frecuencia: compasión, algo por lo que debemos esforzarnos. Otra palabra clave fue responsabilidad, porque con el poder viene la responsabilidad. Se acordó que es necesaria una mayor transparencia, más atención a los valores y mayor protagonismo para los educadores. Gueshe Lodoe Sangpo recomendó utilizar la IA para conectar, no para aislarnos. La IA —dijo— no puede amar, pero puede ayudarnos a amar mejor. Es preciso emplearla para promover el cambio y el crecimiento interior, no el conflicto. Con esto en mente, podemos co-crear el futuro, pero para lograrlo debemos actuar.

Cuando los ponentes e invitados del Instituto Mente y Vida y de Mente y Vida Europa asistieron hoy a una audiencia en línea de saludo con Su Santidad, él les dijo:
«Si podemos mantener este tipo de diálogos de vez en cuando, será realmente maravilloso. Desde el punto de vista budista también, participar en estos diálogos, en lugar de únicamente realizar rituales y cosas por el estilo, es muy beneficioso. Si las condiciones permanecen estables, Mente y Vida podrá continuar en el futuro.
»Por mi parte, estudié dentro de la tradición filosófica y practiqué el debate cuando estaba en Lhasa, adoptando tanto el punto de vista que desafía como el que responde. Cuando estudiamos, estamos aplicando nuestra mente. En mi propio caso, cuando estudiaba también utilizaba mi mente. Por supuesto, cuando estudiaba de niño había también un elemento de miedo, porque temía que mi maestro pudiera castigarme.
»Los científicos pueden aprovechar la lógica y la epistemología, el pensamiento crítico que forma parte de nuestras tradiciones budistas. Pueden beneficiarse al utilizar estas metodologías.
»Hoy en día cultivo la mente del despertar, la bodichita, cada mañana al despertar, y rezo para que todos los que depositan su confianza en mí estén bien. Mi vida está completamente dedicada al bienestar de los demás.
»Soy un líder religioso que viste los hábitos monásticos, pero cuando doy una charla suelo invocar la ciencia. Esto se debe a que el pensamiento crítico en el que nos ejercitamos es comparable a la investigación científica.
»Desde el momento en que nacemos del vientre materno hay experiencia. Tenemos sensaciones enraizadas en la conciencia. Por lo tanto, comprender cómo funciona la mente es importante, porque la vida está sostenida por ella».










