Leh, Ladakh (India). — Esta mañana, Su Santidad el Dalái Lama se trasladó desde su residencia en Shewatsel Phodrang hasta el pabellón situado en el extremo opuesto del recinto de enseñanzas, donde en dos ocasiones anteriores ha conferido la Iniciación de Kalachakra. El vasto recinto estaba colmado con una multitud estimada en 50.000 personas. A la llegada de Su Santidad, un grupo de niños realizaba debates frente al estrado, en señal de bienvenida.
Tras tomar asiento, se recitaron oraciones que incluyeron la Oración de los tres continos, el Sutra del corazón y la siguiente aspiración: «Por cualquier mérito que yo pueda obtener al escuchar estas enseñanzas, que llegue a ser un Buda para beneficiar a todos los seres sensibles». Se distribuyeron té y arroz dulce, y se ofreció un mandala abreviado.
Su Santidad comenzó recordando que había perdido su propio país, el Tíbet, pero encontró refugio en el exilio en la India. Desde entonces ha vivido en las regiones de los Himalayas, un lugar muy cercano a su corazón. Señaló que los pueblos de la región mantienen un vínculo especial con Avalokiteshvara. Evocó el momento de dejar el palacio de Norbulingka, cruzar el río Kyichu y ascender el paso que conduce fuera del valle: «Me sentí apenado al partir —rememoró—, pero recordé que todos somos iguales como seres humanos. Todos deseamos ser felices y no sufrir. Pensé que, aun teniendo que vivir en el exilio, podría seguir compartiendo las enseñanzas con los demás.
»Dondequiera que voy en las regiones de los Himalayas encuentro personas llenas de fe y devoción, entregadas a la práctica espiritual. Aunque los tibetanos hemos afrontado grandes dificultades y las restricciones impuestas por los chinos son cada vez más severas, los pueblos del Himalaya han sido siempre nuestros amigos.
»Como alguien que cuenta con las bendiciones de Avalokiteshvara y cultiva tanto la bodichita como la visión correcta, he podido generar la mente del despertar y la comprensión de la vacuidad. Esto es algo que todos podemos hacer. Podemos desarrollar estas prácticas con entusiasmo. Mi principal consejo es que os recordéis constantemente la mente que aspira a la iluminación o bodichita y la visión de la vacuidad. Yo mismo lo hago cada mañana al despertar y permanezco en meditación durante un tiempo en torno a estos principios. Estamos hablando de alcanzar la iluminación, cuyo término en tibetano es chang-chub. Consta de dos sílabas: la primera, chang, significa superar todas las faltas y deficiencias; la segunda, chub, denota llegar a estar colmado de todas las cualidades excelentes que pueden alcanzarse.
«Las gentes de todo el mundo sufren. Con independencia de que sigamos o no una práctica religiosa, todos queremos ser felices y nadie desea sufrir. La raíz del sufrimiento es doble: por un lado, una actitud egoísta, centrada en uno mismo, y, por otro, la concepción errónea de que los fenómenos existen de manera independiente. Cuando despierto por la mañana, genero bodichita (la aspiración a la iluminación) y, al reflexionar en ciertos versos del Ingreso al Camino Medio de Chandrakirti, medito en la vacuidad. Estos dos principios —la bodichita y la vacuidad— son el núcleo mismo de la enseñanza del Buda».
»No hace mucho tuve una visión del Buda frente a mí. Él alzó la vista, me vio y me hizo señas para que me acercara. Pronunció unas palabras que evocaban la bodichita y la vacuidad, lo cual me llenó de alegría.
»Como seguidores del Buda, deberíamos hacer del cultivo de la bodichita y de la visión de la vacuidad nuestra práctica principal. Como discípulos devotos, habéis de recordar esto día tras día».
Su Santidad señaló que ayer fue el Día de la Independencia de la India. Expresó su admiración por este país, sugiriendo que quienes vivimos aquí deberíamos regocijarnos de la libertad de que gozamos. Añadió que tenemos la oportunidad de dar sentido a nuestra vida haciendo cuanto esté en nuestras manos para ayudar a los demás seres. Destacó que la India es una tierra en la que conviven numerosas tradiciones religiosas y donde prevalece la armonía. La esencia de la práctica religiosa, afirmó, es ser bondadosos y no violentos, ayudar a los demás y no causarles daño. Por ello, la India debería hacer todo lo posible por establecer la paz en el mundo.
«Hoy se ha congregado aquí un número inmenso de personas —observó Su Santidad—, y quiero daros las gracias a todos por haber venido. En cuanto a mí, nací cerca de Kumbum, en el noreste del Tíbet, pero luego me trasladé a Lhasa. Estudié filosofía budista con mis tutores, lo cual me abrió los ojos. Aprendí que todo en el mundo es como una ilusión: las cosas parecen existir de cierta manera, pero en realidad no existen así. Siento que he dado sentido a mi vida, y lo que os digo se basa en mi propia experiencia. Recordad siempre la importancia de tener un corazón cálido y de ayudar a los demás».
A continuación, Su Santidad comenzó con los Ocho versos para adiestrar la mente y leyó el cuarto verso: «Cuando vea a personas de mal carácter, dominadas por malas acciones y sufrimiento, que pueda considerarlas como algo precioso, como si hubiese hallado un tesoro». El consejo de Gueshe Langri Thangpa es que deberíamos apreciar a los demás seres, incluso cuando tengan un carácter difícil, al verlos padecer.
Los siguientes versos dicen: «Cuando alguien, movido por la envidia, me cause perjuicio insultándome o de otras maneras, que yo acepte la derrota y le ofrezca la victoria. Incluso si alguien a quien yo haya ayudado y en quien haya depositado mis esperanzas me causa gran daño perjudicándome, que pueda verlo como un excelente amigo espiritual». Su Santidad aclaró: «Cuando otras personas os critiquen, en lugar de enfadaros con ellas, deberíais examinar si su crítica es válida. Comprobad si tenéis esos defectos o no. Si los tenéis, estad agradecidos por habéroslos señalado. Considerad su crítica como una instrucción espiritual».
El séptimo verso dice: «En resumen, directa o indirectamente, que pueda dar toda ayuda y alegría a mis madres, los seres, y que asuma en secreto y en silencio todo su daño y dolor sobre mí mismo».
El verso final declara: «Que nada de esto se vea jamás empañado por pensamientos de los ocho intereses mundanos. Que pueda ver todas las cosas como ilusiones y, sin apego, alcanzar la liberación del cautiverio». Su Santidad comentó que el sufrimiento que encontramos en nuestra vida es consecuencia de nuestras concepciones erróneas. Sin embargo, al ver todas las cosas como ilusiones podemos imaginar cómo nuestras aflicciones se disuelven en la vacuidad.
A continuación, Su Santidad leyó la Canción de las cuatro atenciones. Enumeró dichas atenciones: la atención plena del maestro, la atención plena de la aspiración altruista a la iluminación suprema, la atención plena del cuerpo como cuerpo divino y la atención plena de la visión de la vacuidad.
En relación con la segunda atención, explicó que debemos comprender que afrontamos el sufrimiento debido a nuestras propias mentes indisciplinadas y a las emociones nocivas que surgen de ellas. Encontramos alivio al recordarnos que nuestros padres y madres, que nos protegieron con bondad, también sufren y carecen de felicidad. «Abandonando el deseo y el odio, meditad en la ternura y la compasión y, sin dejar que la mente divague, establecedla en la compasión». Su Santidad declaró que él mismo pone en práctica de manera constante lo que este texto aconseja.
Con respecto a la cuarta atención —la atención plena de la visión de la vacuidad— explicó que hemos de comprender que los fenómenos se nos aparecen como si tuvieran una existencia objetiva e independiente, pero en realidad no existen de ese modo.
«En el Tíbet —continuó Su Santidad— integramos la práctica del sutra con la del tantra. En el tantra meditamos en el yoga de la deidad, visualizando nuestro cuerpo transformado en el de una deidad. Asimismo, aprendemos acerca de los distintos grados de sutileza de nuestra mente. Vamos más allá de la percepción ordinaria, basada en un nivel burdo de conciencia, para acceder y desarrollar nuestra mente más sutil: la mente luminosa de clara luz. Es esta mente la que empleamos para experimentar la vacuidad.
La tradición budista que preservamos en el Tíbet fue única desde un punto de vista psicológico. En la práctica del Yoga Supremo del Tantra tratamos de identificar y utilizar nuestra conciencia más sutil. Otras tradiciones no explican cómo hacerlo. Al igual que ellas cultivamos la bodichita y la visión de la vacuidad, pero sólo en el tantra cultivamos la mente sutil e innata de luz clara, transformándola en el camino hacia la iluminación.
Si somos capaces de hacerlo, los niveles más burdos de la mente se aquietarán y podremos utilizar la mente sutil para comprender la vacuidad. Esto es algo extraordinariamente profundo.
Yo soy alguien que nació en Amdo, que vino a Lhasa y recibió enseñanzas de sus tutores. Además de estudiar, medité en lo que había aprendido, y así pude adquirir experiencia de las enseñanzas.
He podido venir a esta parte del Himalaya en esta ocasión y he tenido la oportunidad de compartir las enseñanzas con vosotros, que seguís la misma tradición que nosotros en el Tíbet. Ha habido en el Tíbet muchos grandes maestros, adeptos extraordinarios: practicad bien y podréis llegar a ser como ellos».
«Tenemos aquí y ahora la oportunidad de desarrollar la bodichita, la mente del despertar, y sería bueno hacerlo. Pensad en llegar a ser un Buda por el bien de todos los seres a lo largo y ancho del espacio. Por favor, recitad conmigo estas líneas:
»Voy por refugio a las tres joyas.
Confieso todas mis faltas.
Me regocijo en la virtud de los seres.
Sostendré la iluminación de Buda en mi mente.
»Hacia el Buda, Dharma y Sangha,
voy por refugio hasta la iluminación.
Para lograr el bien propio y ajeno,
generaré bodichita.
»Tras generar la suprema bodichita,
tomo a todos los seres como mis invitados.
Que, entregándome a las mejores prácticas de los bodisatvas,
pueda iluminarme para beneficiar a los seres».
Su Santidad declaró que había podido impartir enseñanzas sobre dos textos de los que había recibido la transmisión, así como guiar la ceremonia para cultivar la bodichita, para la cual ha recibido las bendiciones que provienen del linaje de los lamas. A continuación confirió la transmisión oral de los mantras del Buda Shakyamuni, Arya Tara, el Buda de la Medicina, Manjushri, el Vajragurú, Jé Tsongkhapa y el himno Mig-tsé-ma.
El encuentro concluyó con la ofrenda de un mandala de agradecimiento a Su Santidad y la recitación de la Oración de las palabras de verdad y la Oración del Rey de las aspiraciones.
Sonriente y saludando con la mano, Su Santidad se despidió de la asamblea y regresó a su residencia.