Nueva Delhi, India - Después de algunos días de mañanas nubladas, hoy, el día se presentó despejado y radiante cuando Su Santidad el Dalái Lama se dirigió al auditorio del NCUI en el área del Fuerte Siri en el sur de Delhi. A su llegada fue recibido por su anfitrión, el fundador y presidente de la Smile Foundation, Santanu Mishra. La fundación Smile es una ONG cuyo objetivo es capacitar a niños, jóvenes y mujeres desfavorecidas mediante una educación adecuada, una atención sanitaria innovadora y programas de medios de subsistencia centrados en el mercado. Cada año beneficia directamente a 400.000 niños y familias desfavorecidas mediante 200 proyectos que afectan a 950 aldeas y barrios marginales remotos en 25 estados de la India.
En el vestíbulo, Su Santidad fue recibido por un pequeño grupo de niños y niñas de ocho y nueve años que sonreían tímidamente. Desde allí fue acompañado al escenario donde la conocida presentadora de noticias Rini Khanna le presentó a las 620 personas del público. Ella lo describió como una persona carismática que encarna un espíritu de bondad y compasión que tiene un efecto transformador en aquellos que lo conocen. Su Santidad señaló que se refiere a sí mismo como un simple monje budista, a quien muy a menudo se ve sonriendo y riendo, y que nos dice que el propósito de la vida es ser feliz.
En una breve introducción a la fundación Smile, Santanu Mishra agradeció la presencia de Su Santidad y de todos los asistentes. Expresó la esperanza de que las palabras de Su Santidad fueran una inspiración de por vida para los niños que le escuchaban. Explicó que el objetivo de la fundación Smile es la mejora y el empoderamiento de los niños y niñas, jóvenes y mujeres desfavorecidos.
Su Santidad saludó al público, jóvenes y viejos, como hermanos y hermanas, diciéndoles cuán feliz y honrado se sentía por haber sido invitado a hablar por una organización que está dando una verdadera ayuda en el campo de la educación, especialmente a los menos privilegiados.
«Quiero compartir un par de historias con vosotros —les dijo—. No hace mucho tiempo una familia de Bombay vino a verme para pedirme mis bendiciones. Les dije, no tengo nada en forma de bendiciones para daros, pero parece que tenéis una posición bastante acomodada, así que ya tenéis la verdadera fuente de bendiciones. Si utilizarais parte de vuestra riqueza para ayudar a los niños de los barrios pobres de Bombay, proporcionándoles oportunidades y facilidades para su educación, eso sí que generaría verdaderas bendiciones para vosotros.
»En otra ocasión, algunos estudiantes que asistían a una prestigiosa institución preguntaron qué podían hacer para ayudar. Nuevamente sugerí que buscaran a los niños más pobres en los alrededores del lugar donde vivían y contribuyeran directamente a su educación. Les animé a intentar ayudar a aquellos que carecían de otras ayudas.
»Desde la independencia, en este país la educación se ha expandido y mejorado, y sin embargo sigue habiendo una enorme brecha entre ricos y pobres. Los pobres se quedan atrás y es esencial que sean capaces de generar confianza en sí mismos.
»Una vez en Sudáfrica visité a una familia en Soweto. Los felicité por la nueva democracia de Sudáfrica y los insté a que esperaran el día en que los africanos blancos y negros fueran iguales. Uno de ellos sacudió la cabeza y me dijo que no sucedería porque los cerebros negros son inferiores a los blancos. Quedé impactado y le repliqué que ningún experto en cerebros estaría de acuerdo en que existiera tal diferencia entre los cerebros de los negros y los blancos o su potencial. Finalmente, después de mucha persuasión, lo admitió con un suspiro.
»En el Tíbet también ha habido chinos de línea dura que afirman que los tibetanos también son inferiores a los chinos. Sin embargo, la realidad es que, si se les da la oportunidad, los tibetanos son tan capaces de sobresalir en sus estudios como sus homólogos chinos».
Su Santidad reiteró su opinión de que, para solucionar la brecha entre los ricos y los pobres, es importante que los que tienen riqueza proporcionen centros de educación. Pero también es importante que los pobres trabajen duro y se esfuercen por reafirmar su autoconfianza.
Subrayó que aquí en la India esto se refiere particularmente a los que pertenecen a las llamadas «castas inferiores». Recordó a sus oyentes que los 7.000 millones de seres humanos que viven hoy en día son iguales física, mental y emocionalmente.
«La fundación Smile ya está haciendo eficaces progresos proporcionando centros educativos para los menos privilegiados. Realmente valoro su trabajo. Así que he decidido aportar mi apoyo durante los próximos cinco años. Cuando veo reportajes de niños abandonados y muriéndose de hambre en diferentes partes del mundo me dan ganas de llorar porque parece que hay muy poco que yo pueda hacer para ayudar. Apoyar su fundación que ayuda a los niños esto sí que es algo que puedo hacer.
»Además, siento que es importante hacer algo aquí en la India porque la India es importante para mí. No sólo ha sido mi hogar físico durante los últimos casi 59 años, sino que mi mente está llena de pensamientos de Nalanda. Estoy orgulloso de ser un estudiante de la Tradición de Nalanda, que se distingue por estar basada en el razonamiento y la lógica. Esta tradición fue introducida en el Tíbet en el siglo VIII por un erudito de Nalanda, Shantarakshita, y la hemos mantenido viva a través de un estudio extenso y riguroso.
»De esta tradición he adquirido una visión correcta de la realidad y cómo entrenar mi mente afrontando mis emociones perturbadoras. Y en nuestros monasterios hemos entrenado a eruditos a los que he instado a aprender inglés e hindi para poder enseñar y participar en programas educativos».
Su Santidad comentó que generalmente la educación moderna se centra en objetivos materiales sin mirar hacia adentro, sin observar la mente. Sin embargo, opina que la India es el lugar donde puede ser posible mejorar este planteamiento en la educación combinándolo con la antigua comprensión india del funcionamiento de la mente y las emociones para lograr la paz mental.
«Tengo una visión —dijo— pero sólo tengo un par de manos con las que ponerla en práctica. Considero que organizaciones como la suya, que ya trabajan para mejorar la educación, son como otros pares de manos para cumplir el objetivo. El tiempo pasa. El pasado es pasado y no podemos cambiarlo. Sólo podemos aprender de él. Sin embargo, podemos cambiar el futuro y creo que, si se toman medidas ahora, finalmente será posible hacer de éste un siglo más compasivo, pacífico y feliz que el anterior».
Al responder a las preguntas de los estudiantes, Su Santidad habló sobre el papel que ejerce la ira y el apego en nuestras vidas y cómo las emociones extremas pueden llegar a ser dañinas. Cuando le preguntaron si podemos prever un tiempo en el que todos seamos iguales, respondió que nunca seremos 100% iguales porque tenemos diferente ADN y diferentes disposiciones. Pero el sentido común nos dice que compartimos una experiencia común. Todos hemos nacido de una madre y nos hemos beneficiado de su cuidado y afecto, lo que planta dentro de nosotros una semilla común de amor y afecto.
Invitado a dar a conocer su referente o alguien en quien se inspire, Su Santidad mencionó a Buda Shakyamuni y al maestro indio Nagaryuna, quien subrayó la necesidad de salvar el espacio entre la apariencia y la realidad, que se convierte en la base para afrontar nuestras emociones perturbadoras.
«Cuando se tiene paz mental, es más fácil hacer frente a los problemas —fue el consejo final de Su Santidad—. El verdadero cambio se producirá no como resultado de la oración, sino utilizando la inteligencia y actuando».
Después de las palabras formales de agradecimiento, Su Santidad posó para fotografiarse con el profesorado y el personal de la fundación Smile y luego con grupos de estudiantes de siete escuelas de Delhi que asistieron al acto.
Mañana, Su Santidad viajará a Bhubaneswar, Odisha
