Thekchen Chöling, Dharamsala, India - Esta mañana, el Instituto de los Estados Unidos para la Paz (USIP) trajo a un grupo de 24 jóvenes líderes de 11 países afectados por el conflicto para discutir cómo hacer posible la paz con Su Santidad el Dalái Lama. Vinieron de Afganistán, Colombia, Irak, Libia, Myanmar, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, Siria, Túnez y Venezuela. El grupo también incluyó a jóvenes capacitadores, líderes de pensamiento y personal del USIP.
La presidenta del USIP, Nancy Lindborg, moderó la conversación. Comenzó dando las gracias a Su Santidad por dar la bienvenida a un grupo de jóvenes promotores de la paz por cuarta vez. Ella le dijo que iba a pedirles que se presentaran. Su Santidad intervino:
«Para mí la mejor introducción es el rostro humano —les dijo riendo—. Cuando veo dos ojos, una boca, una nariz, sé que estoy tratando con otro ser humano como yo. Soy como esos niños pequeños que no se preocupan por los orígenes de sus compañeros siempre y cuando sonrían y estén dispuestos a jugar. Hacer hincapié en la nacionalidad, la religión y el color sólo crea división. Tenemos que mirar las cosas a un nivel más profundo y recordar que todos somos iguales en cuanto que seres humanos, física, mental y emocionalmente iguales. Es sobre esta base que le recuerdo a la gente la unidad de la humanidad».
La Sra. Lindborg explicó que esperaba que en los próximos dos días se pudieran debatir cuatro temas: tender puentes en comunidades divididas; cómo ser inclusivo; construir la paz y la resiliencia.
Un líder juvenil de Myanmar relató el trauma de la muerte de su madre a manos de un miembro de otra tribu y preguntó acerca de las expresiones de odio entre los budistas. Su Santidad respondió que cuando escuchó por primera vez que los musulmanes eran acosados por budistas en Myanmar, aconsejó a los budistas que se imaginasen a un Buda protegiendo a cada uno de los musulmanes. Mencionó que había planteado la cuestión a Aung San Suu Kyi, quien le dijo que la participación militar complicaba y dificultaba la situación.
«En tales circunstancias tenemos que pensar en cómo, en un nivel fundamental, somos seres humanos. Los científicos observan que somos animales sociales. Dependemos unos de otros para sobrevivir. La ira y el odio no sólo son socialmente divisivos, sino que también son perjudiciales para nuestra salud. Todos queremos vivir una vida feliz, estar físicamente sanos, pero para lograr esos objetivos también tenemos que cultivar un sentido de higiene emocional, aprendiendo cómo abordar nuestras emociones destructivas, de la misma manera que observamos la higiene física.
»Nuestros sistemas educativos modernos, muy influidos por Occidente, no incluyen mucha información sobre cómo transformar nuestras emociones. Para ello, tenemos que usar nuestra inteligencia, basándonos en el conocimiento más que en la fe. Debemos comportarnos de forma no violenta y, apoyándonos en la compasión, cultivar el respeto por los demás.
»Todas las tradiciones religiosas involucran a los seres humanos, y aunque pueden adoptar diferentes posturas filosóficas, se centran en lo mejor de las cualidades humanas, como el amor. Comparten el objetivo común de ayudar a formar individuos más felices y, en consecuencia, sociedades más felices».
Un promotor de la paz tunecino quería saber cómo ayudar a las personas marginadas a recuperar la esperanza. Su Santidad respondió que le resulta útil pensar en sí mismo como un ser humano. Aunque originario de la Tierra de las Nieves, se recuerda a sí mismo que a nivel fundamental es igual que los demás seres humanos. Esto parece ser algo natural en los niños pequeños. Es sólo después de empezar la escuela cuando se ponen de relieve las diferencias de nacionalidad, religión, raza y origen familiar o de posición económica. Sin embargo, estas diferencias sólo tienen una importancia secundaria. Lo que es más significativo es que como seres humanos pertenecemos a una comunidad.
Su Santidad comunicó que se había reunido con un profesor en Soweto, Sudáfrica, para felicitarlo por las nuevas libertades de su país y la oportunidad de que todos sus ciudadanos fueran iguales. Se sorprendió cuando el maestro le dijo que tales aspiraciones eran imposibles porque los cerebros de los negros eran inferiores. Le reprendió, insistiendo en que los cerebros de la gente blanca y negra son los mismos. Añadió que, en ocasiones, los chinos Han han expresado el prejuicio de que los cerebros de los tibetanos son inferiores a los suyos. En la experiencia de Su Santidad, la única diferencia real está en la oportunidad. Cuando tienen las mismas oportunidades, los tibetanos han demostrado ser tan capaces como los chinos.
«Hoy, a pesar del importante desarrollo material y tecnológico —explicó Su Santidad—, nos enfrentamos a numerosos problemas que nosotros mismos hemos creado. Algunos de estos problemas surgen de ver a otras personas en términos de ‘nosotros’ y ‘ellos’. La educación es incompleta si no se combina el sentido de la calidez con la inteligencia. También debemos hacer el esfuerzo de resolver las diferencias con otras personas a través del diálogo, no de la violencia.
»Una educación completa no debería centrarse sólo en objetivos materialistas, sino también en cómo abordar el enojo y las actitudes egocéntricas y en cómo lograr la paz mental. Dado que las emociones destructivas como la ira y el apego se basan en la ignorancia, en conceptos erróneos sobre la realidad, es útil analizar la diferencia entre la apariencia y la realidad como lo hace la física cuántica».
Otros líderes juveniles querían saber cómo promover un sentido de unidad de la humanidad y cómo sanar la memoria colectiva de una comunidad dañada. Su Santidad sugirió que la gente se pregunte si la situación actual en la que se encuentran es satisfactoria. Y si no pueden soportar la situación en la que se encuentran, tienen que preguntar quién o qué es la fuente de sus dificultades y tomar medidas para aliviarla. Subrayó que la oración por sí misma no es una solución práctica, siempre es necesario actuar. Reiteró que muchos de los problemas que surgen como resultado de un pensamiento poco realista pueden ser corregidos por la educación.
«Si los jóvenes adoptan una visión más amplia, asumen una postura más realista y hacen un esfuerzo, pueden cambiar el mundo», declaró Su Santidad.
Un joven que ya había mencionado que su madre había sido asesinada quería saber cómo superar el dolor. Su Santidad aconsejó que la paciencia y el perdón crean una atmósfera positiva, mientras que la búsqueda de venganza crea más enemistad y la violencia siempre crea más sufrimiento. Añadió que hay veces en que la solución más sensata para una situación difícil es alejarse.
«En marzo de 1959, en Lhasa, intenté enfriar las relaciones entre las fuerzas chinas y tibetanas hasta que la situación se descontroló. Cuando me di cuenta de que ya no podía ayudar de forma pacífica, decidí escapar, aunque al salir de Lhasa, no tenía ni idea de si viviría para ver el día siguiente.
»Si puedes hacer que la otra persona cambie de opinión, está bien, pero si no, tienes que mantener la ira y el odio bajo control y considerar simplemente alejarte».
A Su Santidad se le preguntó varias veces qué pueden aportar los jóvenes a un cambio pacífico.
«Necesitas una determinación persistente y creencia en la verdad. Trabajar de manera honesta y veraz a la larga nos dará un gran poder. El poder del arma puede tener un efecto inmediato, pero con el paso del tiempo el poder de la verdad continúa adelante».
Todos los miembros del grupo almorzaron juntos y se reunirán de nuevo mañana.