Thekchen Chöling, Dharamsala, India - El grupo de jóvenes líderes de países perturbados por el conflicto y sus benefactores del Instituto de los Estados Unidos para la Paz (USIP), que se reunieron ayer con Su Santidad el Dalái Lama, se reunieron de nuevo esta mañana en su sala de audiencias. Cuando entró en la sala, Su Santidad deseó buenos días a todos y estrechó la mano a los que estaban a su alcance.
Nancy Lindborg, Presidenta de la USIP y moderadora de la conversación, señaló que cada uno de los líderes juveniles presentes y aquellos que han asistido a reuniones similares en años anteriores, 106 en total, han elegido ser promotores de la paz. Ella le dijo a Su Santidad que el enfoque de la primera parte de las discusiones de la mañana sería la educación.
Para empezar, una joven venezolana informó de que los habitantes de su país estaban divididos por el odio. Preguntó cómo fomentar el perdón. Su Santidad le dijo que continuar la matanza a nivel individual como venganza no servía de nada. Sin embargo, puede ser útil a nivel nacional o comunitario no ser tolerante con lo que ha ocurrido, sino resistirse a ello. Citó el caso de Polonia, donde Lech Walesa, a quien conoce bien, y el movimiento Solidaridad, desafiaron al poder comunista. A veces, sugirió, es bueno mantenerse firme en oposición a circunstancias que aceptamos.
Aconsejó a una dirigente juvenil del Sudán meridional, que expresó su preocupación por el hecho de que los jóvenes de su pueblo no gozaran de mucho respeto, que no se preocupara por lo que dijeran sus mayores. «Cuando presencien la acción que estás tomando, se quedarán impresionados».
Un promotor de la paz del Afganistán lamentó la oposición de los habitantes de las aldeas a la educación, especialmente de las niñas, y quiso saber cómo contrarrestar esas actitudes obstruccionistas.
«Ayer mencioné que algunas actitudes religiosas o costumbres sociales muy arraigadas pueden ser difíciles de cambiar —respondió Su Santidad—. Tienes que trabajar en ello de forma gradual y persistente y el cambio llegará. Tratar de cambiar las cosas más rápidamente requiere una revolución».
Un joven nigeriano que había fundado Embajadores para la Paz preguntó cómo Su Santidad superó la resistencia a su trabajo de joven. Le dijo que confió en poder educar a las personas involucradas, tratando de darles una perspectiva más realista. «Cuando la gente tiene una mente estrecha y está mal informada, el obstáculo es la ignorancia, para la cual el único remedio es la educación. En 1962, cuando publicamos una carta democrática que incluía una cláusula sobre la limitación del poder del Dalái Lama y de nuevo cuando me retiré de la responsabilidad política, la gente se mostró reacia a aceptarla. Insistí».
Su Santidad aconsejó a un joven somalí que entablar un diálogo y hablar de las cosas era la única forma adecuada de frenar a las personas que querían perpetuar un conflicto violento. Dijo que era importante dejar claro que en el siglo XXI las viejas formas de pensar, como la dependencia del uso de la fuerza, ya no eran pertinentes.
Explicó a un joven birmano que el Buda dio diferentes enseñanzas a diferentes audiencias debido a sus diferentes disposiciones mentales, las cuales respetamos. Por lo tanto, también debemos respetar las diferentes tradiciones religiosas, por muy aparentemente contradictorias que puedan parecer sus puntos de vista filosóficos.
Una promotora de la paz colombiana reveló que de niña había estado aterrorizada y que ahora estaba preocupada por saber cómo podemos entrenarnos para desarrollar un corazón y una mente sanos.
«Primero necesitas encontrar paz mental dentro de ti misma —respondió Su Santidad—. Cuando tu mente está demasiado perturbada, genera más problemas. Nos enfrentamos a todo tipo de problemas: el aumento de la población mundial, el calentamiento global y la crisis climática, por ejemplo. No basta con pensar en ellos, hay que actuar. Pero para ello tenemos que evaluar si existe una solución viable. El Buda fue explícito sobre la verdad del sufrimiento, pero también explicó que el sufrimiento resulta de causas y condiciones y que es posible ponerle fin. Un primer paso importante es reconocer que hay un problema antes de buscar su solución.
»Nuestra inteligencia humana es única. Debemos usarla para resolver los desafíos que enfrentamos, y nunca rendirnos o decirnos a nosotros mismos que no hay esperanza. Si tienes una meta positiva y estás bien motivada para buscar el bienestar de los demás, no importa lo difícil que sea lograrla, debes mantener tu determinación. En el caso de los tibetanos, dado que buscamos soluciones a nuestros problemas que sean de beneficio mutuo, tenemos una razón para mantener nuestras fuerzas. Tienes que tener confianza en ti misma y ser sincera y honesta».
Su Santidad explicó que se inspira profundamente en un verso escrito por un maestro de Nalanda del siglo VIII:
Mientras el espacio perdure,
y los seres sensibles permanezcan,
que pueda yo también permanecer
para disipar las miserias del mundo.
Se rió y agregó que el mismo maestro dio también otro consejo práctico: ¿Por qué preocuparse por algo si se puede remediar? ¿Y de qué sirve preocuparse por algo si no se puede remediar?
«No basta con rezar por la paz mental, hay que examinar lo que perturba la mente y eliminarlo. Lo mismo que el mero hecho de desear estar bien no cura las enfermedades físicas; hay que tomar el medicamento recetado. Tengo un gran respeto por la Tradición Pali, que representa la base de las enseñanzas del Buda. Sin embargo, lo que he aprendido de la Tradición de Nalanda es la importancia de usar la razón para examinar las causas de lo que va mal y encontrar maneras de ponerles fin».
Otro promotor de la paz de Sudán preguntó cómo Su Santidad había alentado a su pueblo a superar sus diferencias y trabajar juntos. Respondió que la fuerte influencia del budismo y la no violencia en toda la sociedad tibetana marcaba una gran diferencia. En otro tiempo, los tibetanos habían sido tan guerreros como los mongoles, pero su encuentro con las enseñanzas de Buda los hizo más pacíficos y amables.
«En estos días —aclaró Su Santidad—, muchos chinos aprecian la no violencia fundamental de los tibetanos. Para los 120 mil exiliados, la India es nuestro hogar espiritual. Nos llevamos bien con la gente con la que vivimos, ya sean indios, suizos o americanos. De hecho, los tibetanos han sido valorados por la influencia pacificadora que su presencia ha traído a las áreas tribales de Orissa e incluso a la ciudad de Chicago».
Un líder juvenil sirio de Damasco escapó a Turquía. Reflexionando sobre la inmensa gratitud que sentía, preguntó cómo los tibetanos han mostrado gratitud a sus países anfitriones.
«Nuestra situación puede ser única —observó Su Santidad—. En el siglo VIII, el budismo, específicamente la Tradición de Nalanda, fue traído de la India al Tíbet y se ha mantenido vivo desde entonces. Por lo tanto, tenemos una especial consideración por la India.
»Cuando llegué por primera vez a la India en 1956, me hice amigo del Presidente Rajendra Prasad, del Vicepresidente Radhakrishnan y del Primer Ministro Nehru y de muchos otros gandhianos. Cuando más tarde escapamos del Tíbet en 1959, estos funcionarios indios estaban dispuestos a aceptarnos. Por nuestra parte, sentimos que habíamos llegado a un país por el que teníamos un profundo respeto intrínseco, porque Bodhgaya está aquí.
»Con el apoyo del Gobierno de la India, restablecimos nuestro sistema de educación monástica, en el que los monjes y monjas pueden estudiar durante 20 años o más. Ahora, estoy tratando de revivir el interés en el conocimiento de la antigua India. Creo que la India es el único país que podría combinar la educación moderna con la antigua comprensión india del funcionamiento de la mente, algo que el mundo necesita urgentemente».
Su Santidad respondió a la pregunta de un líder juvenil colombiano sobre cómo promover la paz, señalando que no hay buenas razones para ser violento y muy buenas razones para ser calmado y compasivo.
Una joven del sur de Sudán quería saber qué papel habían desempeñado las mujeres en la formación de la perspectiva de Su Santidad. Le dijo que para la mayoría de nosotros, nuestra madre es nuestra primera maestra. En su propio caso, su madre había sido la primera persona en demostrarle compasión. Señaló que, dado que están especialmente capacitadas para promover la compasión y los valores humanos, las mujeres deberían asumir un papel de liderazgo en la creación de una sociedad más compasiva.
Aclaró una pregunta sobre su futura reencarnación, sugiriendo que tales instituciones derivan de una era feudal y están anticuadas. Sin embargo, admitió que en sus pensamientos sobre su próxima vida, se inspira en el Primer Dalái Lama, que descartó la idea de nacer en el cielo o en una tierra pura. En cambio, expresó su preferencia por nacer en un lugar de sufrimiento donde, como ser humano, pudiera ayudar a los demás.
En respuesta a la pregunta de un joven kurdo sobre cómo mantener la esperanza, Su Santidad expresó su admiración por la resistencia de los esfuerzos kurdos para mantener su cultura e identidad. Señaló que ahora estamos en el siglo XXI y que ya no necesitamos estar constreñidos por las viejas formas de pensar. Esperaba que llegara el momento en que todos los kurdos pudieran estar unidos en un solo lugar. Propuso que una forma de lograr ese objetivo sería la formación de un organismo mundial de la talla de las Naciones Unidas que, en lugar de representar a los gobiernos, representara realmente a los pueblos.
Nancy Lindborg puso fin a la conversación, diciéndole a Su Santidad que no podía agradecerle lo suficiente. Dio las gracias a las muchas personas sin las cuales la reunión no habría podido tener lugar.
«El tiempo nunca se detiene —concluyó Su Santidad—. Siempre está avanzando. El pasado está fuera de nuestro control, pero el futuro sigue en nuestras manos. Para darle forma debemos usar nuestra inteligencia y esforzarnos ahora. Aunque nuestra situación actual no sea feliz, podemos cambiarla. No tiene sentido desmoralizarse. En el pasado, las pequeñas comunidades podían permanecer aisladas e introvertidas, pero hoy en día la tecnología nos ha dado una comunidad humana en la que podemos trabajar juntos. Espero un cambio positivo».